"El Cosmopolita", de Fougeret de Monbron. Cuando a uno le recomiendan un libro del siglo XVIII y el principal aval es que es la primera vez que se edita en español puede pensar que se va a encontrar con un rollo infumable. Nada más lejos de la realidad. Las escasas 110 páginas se leen de forma muy ágil y sobre todo divertida. De Monbron decían en su tiempo que viajó por todo el mundo para poder criticarlo. Diderot se refería a él como "Tigre de dos patas" y es cierto. Con un sarcasmo y humor ácido que parece sacado de los diálogos de House hace comentarios poco agradables de todos los sitios por los que viaja, así podemos encontrar como en un baño turco descubre que los musulmanes en las saunas les da igual pelo que pluma. Dedica un capítulo a España, que parece más una arenga a un grupo de agricultores antes de volcar un camión, lo cual no deja de tener su peculiar gracia. Concretamente dice que si los malos olores espantan a la peste los españoles y los portugueses no deben tener miedo a la enfermedad. Dado que el tono es igual para todos los paises, incluidos los franceses, y leido con un prudente distanciamiento, no deja de ser curioso y una lectura que arranca más de una carcajada y sobre todo, una buena forma de acercarse a los autores de una epoca tan interesante como fue la ilustración, de donde nace la ciencia y el pensamiento moderno.
La segunda es : "El Nacionalismo ¡vaya timo!", igual que con el libro de Monbron el título puede confundir, puesto que con ese título uno espera encontrarse un editorial de Luis María Ansón o una tertulia de "El Gato al agua" de intereconomía. Pues no, el autor, Roberto Augusto es doctor en filosofía por la Universidad de Barcelona y no recurre a los manidos tópicos contra el nacionalismo, muchas veces lanzados desde posturas igualmente nacionalistas. Hace un interesante análisis filosófico en el que explica como políticas educativas como la inmersión lingüistica no necesariamente son una expresión de nacionalismo. Destaca el capítulo 5, dedicado a el nacionalismo en españa (algo que suelen olvidarse muchos pensadores críticos con el nacionalismo), personificado en los postulados de Gustavo Bueno. Como la mayoría de títulos de la colección ¡vaya timo!, indiferente desde luego no va a dejar a nadie.