Leela, a salvo de sus adoptantes

Por Virna

Esta preciosa galga de mirada triste, de espesas pestañas blancas, este cisne maravilloso de cuatro patas que diría nuestra amiga Patricia Esteban Erlés, se marcha a Holanda el próximo mes de julio.

Pero hasta que llegue a su trocito de paraíso particular, Leela habrá recorrido un camino de miseria, dolor, soledad y abandono en el que los obstáculos más rocosos los pusieron sus primeros adoptantes.

A Leela la adoptaron hace dos años y nos la devolvieron hace un par de meses. Lo primero que se te ocurre contestar cuando llega el mail o recibes la llamada telefónica para la “devolución” lo expresó muy bien Marité de Galgos112: “¿Dónde la devolvemos? ¿A la mediana de la autovía, al árbol en el que estaba colgado, al galguero que la maltrató, a la perrera en la que tenía fecha de ejecución programada?”

Pero lo peor no es que la hayáis devuelto, estupenda parejita feliz, lo más perverso es que habéis tratado a Leela como una mierda. Lo hicisteis. Y nosotros tenemos el derecho a denunciar vuestro egoísmo, estupidez, ignorancia y maldad públicamente, porque estamos hartos de consumistas compulsivos de afectos caninos.

Y para colmo habéis mentido. ¿Ansiedad por separación? ¡Milongas! Hace un mes que Leela está acogida en casa de Kali, se queda sola más de 8 horas y todo lo que encuentra nuestra compañera como señal de su trastorno psicológico son los besitos que le da en la mano cuando llega y se la encuentra en el sofá.

¿Y qué me decís de la Erliquia? Sí, sí, esa enfermedad que transmiten las garrapatas y con la que la habéis devuelto. No la teníais con vosotros en un piso, mentira, la teníais abandonada en una finca sin ni siquiera una puñetera pipeta para protegerla.

Pero todavía es peor, puede serlo, claro que sí: Leela ha llegado con la boca destrozada, sin dientes, las encías en carne viva y un par de colmillos infectados en pus.

¿De dónde salisteis? ¿Cómo pudimos cometer el tremendo error de confiaros a una criatura hermosa y delicada?

El problema no son los cazadores, los galgueros, los criadores… el problema es la sociedad enferma, delirante, frívola y consumista de la que formamos parte. Ya no nos basta con consumir compulsivamente objetos inertes, ahora también toca consumir, devorar el afecto de un animal para luego vomitarlo.

Mil gracias a Kali por sacarla del refugio en el que Leela se moría de pena. Mil gracias por darle comida blandita, afecto y respeto. Y cómo no, mil gracias a Anja de Galgo Support Holland por encontrar a la familia de Leela. “Thank you, love!”

Ahora sí, Leela está por fin rodeada de gente buena y lo estará ya siempre.