Léeme.

Publicado el 05 agosto 2015 por Janire Fernández
Sabes tan bien como yo que no se me da nada bien escribir, y mucho menos cuando las letras se me cruzan y se mezclan en mi mente; pero hoy ni la dislexia ni mi torpeza expresiva me van a parar. Además, ¿para qué narices está el corrector del Word? Así que aquí estoy, tecleando sin parar, sin límites, sin silencios, abriéndome a ti ante un folio en blanco virtual. 
Llevo varios días pensando en una cosa: el amor. ¿Qué es? ¿Lo sabes tú? ¿Alguien lo sabe? ¿Existe realmente? Un poema, una canción, un beso... llevo horas intentando adivinar qué es el amor, para saber si es eso lo que siento por ti. Analizo escrupulosamente cada latido, cada rubor, cada respiración... y todavía no sé la respuesta. No sé si es amor, Ana, pero sí sé que tu paso por mi vida no pasa desapercibido. 
Para empezar, no puedo quitarme tus ojos y tu pelo de la cabeza. ¿Cómo los describiste? <<De color marrón, soso y simple marrón>>. Ojos pardos y cabello con destello rojizo con mechones aclarados por el sol. ¿Cómo puedo hacerte entender que esos colores saben precisamente a mismos que visten los bosques en otoño? Sí, otoño, tu estación favorita, <<cuando los montes se llenan de color y todo está vivo preparándose para dormir>>. Llevas el otoño en tus ojos, Ana. Ni verdes, ni azules, ni grises, ni miel. No hay color que más conjunte con tu sonrisa, ésa con la que mueves el mundo sin darte cuenta; porque eres hermosa, Ana, asombrosamente preciosa. Sobretodo cuando, al sonreir, se te forman esos hoyuelos en la barbilla. Madre mía, ¡viviría en ellos si pudiera! ¿Cómo es posible que algo tan pequeño me robe la poca cordura que me queda? Pues sí, me encantan, igual que me encantan esos besos que me quitan hasta el aire. 
Y, a pesar de todo, eso no es lo que más me gusta de ti. Las demás personas de este estúpido planeta prefieren quedarse con nimias características superficiales como referencia a la hora de buscar a alguien que les aguante. Yo soy diferente. Lo que hizo que me fijara en ti el día que nos conocimos fue la magnitud de tu fuerza y coraje, lo rápida y eficaz que eres para enfrentarte al dolor, a la pérdida, al rechazo, al fracaso, al amor... Te admiro, te admiro muchísimo. Sé que nunca te lo he dicho, pero como he prometido al comenzar esta carta: sin silencios, es decir, no pienso ocultar ningún pensamiento que te nombre. Deberían existir más personas como tú Ana, personas que toda ellas transmiten energía, fuerza, alegría, y a veces, esperanza. Me he dado cuenta de que eres como un imán emocional: sólo con estar a tu lado haces que me sienta inmensamente feliz, y necesito estar a tu lado para poder sostenerme en pie, para que mi mente no acabe confraternizando con el caos de pensamientos y emociones que por las noches me acecha. Definitivamente, solo hay una palabra que te define: fascinante. Te insultaría si te llamara perfecta, porque hasta tus defectos y torpezas son fascinantes
NO te saco de mi cabeza, Ana, de verdad, no puedo. He de admitir que lo he intentado varias veces, he intentado alejarte de mí para no causarte problemas, pero tú insistes en querer estar a mi lado y, llegados a este punto, solo me queda una opción: irme contigo, lejos. 
Puede que todas estas palabras suenen a amor, si es que descubrimos algún día qué es lo que engloba esa palabra tan desgastada por los libros; pero para mí, son un grito de guerra. Porque pienso combatir contra todo lo que se interponga entre tú y yo, el tiempo, la distancia, tus padres... En serio, dales un tiempo para que se acostumbren. Es importante que me conozcan para así puedan aceptarme; pero antes deben conocerte a ti. Tienes que demostrarles que ya no eres la niña de seis años que se esconde debajo de la cama, sino toda una mujer que no tiene miedo de vivir y aprender de lo que descubre en el exterior. Ya no pueden obligarte a ir con ellos de la mano, ni elegir la ropa que tienes que ponerte, ni mucho menos decirte de quién enamorarte. 
Ahora somos tú y yo, y muy pronto (siempre y cuando tú también quieras), Italia, Suiza, Canadá, Tailandia, ¿qué más da? No me importa a dónde nos vayamos, todo el Mundo me parece pequeño si tú estás a mi lado. 
Así que léeme y dime: si pudieras pedir un deseo, ¿acaso no sería ser feliz?
Mañana a las 10.40 cogeré un bus con destino a Berlín; hay un billete y un asiento libre para ti si has decidido pedir ese deseo. 
Te quiere y siempre será tuya,Lucia.