La apariencia marca cada uno de nuestros pasos, así que estos días toca decir lo bien que escribía Gabriel García Márquez. Y así los que mienten de buena fe acabarán acercándose, tanto como los que lo conocían de siempre, hasta una librería a descubrir sus 'Cien años de soledad'. Entonces la muerte de un gran escritor es una gran noticia. Sus libros repiten los éxitos de antaño y todo ganamos, como si un semidios de las letras decidiera en plena Semana Santa morir para salvarnos.
Nos salva de la apatía de vivir en un mundo oxidado, de la ignorancia con la que nacemos y a la que cada vez nos acostumbramos más jóvenes. Y así rescata también a nuestra imaginación que perdida en un laberinto de miles y miles de estímulos modernos, se eleva sobre nuestro propio cuerpo hacia la búsqueda de Macondo.
Gabriel García Márquez
La música cura, la música es la medicina más utilizada por los corazones rotos, las almas en pena y los adolescentes con acné. Pero la música capaz de extirparnos la rabia que llevamos dentro, cura pero no dura. Las canciones dejan de tener sentido con el paso del tiempo, los recuerdos se desdibujan y pierden su efecto. Sólo queda recurrir entonces a cirugías mayores, a los viejos y polvorientos libros.
No es que uno sea capaz de aprender más sobre la vida leyendo que viviendo, pero no se puede vivir sin leer, eso debería estar prohibido. La cura que produce un libro sobre nuestro futuro es mucho más intensa. Las letras, convertidas en palabras y más tarde en sentimientos, limpian la herida y ayudan a que esta cicatrice poco a poco. Leer es una transfusión de sangre nueva y joven, aunque provenga de un viejo con bigote. Así que no vale la pena llorar por los escritores que se van, sino más bien alegrarnos por las historias que nos dejaron para curarnos mañana.
Mario Benedetti
PD: Miramos poco hacia América siendo ellos el futuro de nuestro idioma