Yo voté por la tercera opción: no me importa leer un best-seller siempre que su estilo sea coherente con lo que me gusta, pero el hecho de que un libro se venda mucho no hace que me entren más ganas de leerlo. Por este motivo, he ignorado obras como Cincuenta sombras de Grey, El bolígrafo de gel verde, la mayoría de ganadores y finalistas del Premio Planeta o la más reciente La verdad sobre el caso Harry Quebert; en cambio, leí con mucho gusto El tiempo entre costuras, El jardín olvidado y Criadas y señoras, historias que podrían haberme atraído perfectamente sin necesidad de haberse vendido tanto. En ciertos momentos de mi vida sí que me acerqué a algunos best-sellers por curiosidad (es decir, sin que de entrada me hubieran llamado la atención, basándome solo en su éxito) y mi experiencia fue casi siempre decepcionante (El niño con el pijama de rayas, Albert Espinosa, Ken Follett...). No hay nada como conocerse a uno mismo para saber qué puede encajar con nuestros gustos y qué no. Creo que la conclusión que se puede extraer de los resultados es que los lectores habituales no rechazan los best-sellers, aunque también leen otras cosas (por supuesto). El hecho de que solo un 7% de votantes se haya decantado claramente por los libros poco conocidos me parece bastante significativo. De todas formas, cuando se habla de libros de éxito hay que tener presente que engloban muchas obras diversas, y no todas de mala calidad (las novelas de Eduardo Mendoza también son best-sellers, por ejemplo). Me temo que muchos lectores de estilos minoritarios no han podido votar por la segunda opción por esta razón: también les interesan algunos autores que venden mucho.
Para seguir reflexionando sobre la calidad (o la ausencia de ella) de los fenómenos editoriales, os animo a leer una entrada que escribí hace tiempo.