Esta segunda entrega de la Trilogía del Baztán ha irrumpido en el mercado editorial casi con más fuerza que su antecesora. Por fortuna, el lector no ha tenido que esperar demasiado tiempo para volver a disfrutar de la inspectora Amaia Salazar, a la que siguen persiguiendo demasiadas sombras procedentes tanto de su infancia como de los antiguos rencores que siempre han pendido sobre ella. Eso sí, Dolores Redondo ha dado un par de pasos más allá, porque la intensidad de los crímenes, y casi podríamos decir que también el salvajismo, han emprendido un peligroso ‘crescendo’. A la figura de aquel basajaun, protector de los bosques, la sustituye ahora el tarttalo, una criatura despótica y caníbal que deja los huesos de sus víctimas a la entrada de su cueva, para aviso y pasmo de caminantes, en esas tierras umbrías donde por encima de la niebla sigue flotando la estela de la diosa Mari.
Pero no todo es pánico y horror, Amaia da a luz a Ibai, su primer hijo, trata de no salpicar mucho al marido escultor con las cuitas de su trabajo, y hasta crece como jefa lidiando con el díscolo Montes y con Markina, un juez muy peculiar que romperá entre los lectores muchos tópicos de su oficio. Todo se va amasando como uno de esos juegos en los que no pueden retirarse los tablones entrelazados para que no se derrumbe todo el armazón. Dolores Redondo sabe, cada vez mejor, cómo controlar los resortes de la narrativa negra para que el lector no se separe de ella en ninguna página, ya sea dándole sangre y sombras, o relaciones humanas. Y manteniendo la expectación de cara a la última parte de la trilogía.
Legado en los huesos. Dolores Redondo.Destino. Barcelona 2013. 556 páginas. 18’50 euros.(LA VERDAD, "ABABOL", 8/3/2014)