Legión (2010)

Publicado el 14 mayo 2010 por Quesito
Y tú sabrás que mi nombre es Yahvé, cuando caiga mi venganza sobre ti.

La película empieza en una noche lluviosa donde vemos caer a la tierra a un ángel que decide arrancarse las alas en un arrebato que se antoja claramente doloroso, justo antes de buscar cobijo (cualquier otro hubiera buscado resguardo antes de automutilarse, pero nuestro protagonista no). El susodicho se hace pasar por un humano cualquiera, y algo gordo tiene que estar a punto de suceder porque el tipo decide armarse hasta los dientes con un auténtico arsenal. Más tarde hay unas posesiones a humanos anónimos, se forman tiroteos, hay luchas y, finalmente, el ángel termina huyendo. Lo que en una película normal hubiera durado prácticamente la mitad de su metraje, sólo sirve para llenar los cinco primeros minutos de Legión.
Después de este frenético inicio ya estaba yo a punto de arrojar la toalla cuando, de pronto, toca cambio de tercio. De repente nos encontramos con un nuevo escenario que nada tiene que ver con lo visto hasta el momento. La acción se sitúa ahora en una estación de servicio situada en una de esas carreteras que atraviesan un desierto norteamericano por las que apenas circula nadie, a pesar de lo cual, mantiene a cuatro empleados: el dueño, su hijo (que también ejerce como mecánico ocasional), un cocinero y una camarera. Al espectador se le deja claro que el hijo del dueño está enamorado hasta las trancas de la camarera, quien, a su vez, está embarazada de otro hombre, a quien no conoceremos en toda la película.
La vida es tranquila en la estación de servicio (donde el mayor problema radica en conseguir que funcione el viejo televisor), hasta el día que nos ocupa. Con cuatro clientes en el bar, empiezan a suceder una serie de fenómenos extraños: no hay señal de televisión, no funciona la radio, las lineas telefónicas están cortadas, una misteriosa nube de insectos se acerca peligrosamente al establecimiento y... ah, si, una vieja empezará a morder a la clientela y a andar por el techo. Está claro que algo raro está pasando pero lo peor todavía está por llegar. El ángel del principio, al que le habíamos perdido la pista durante media hora larga, llegará por fin al bar (que si no hubiera sido tan capullo de arrancarse las alas nada más empezar la peli hubiera llegado mucho antes) y les desvelará el gran secreto: El hijo que está esperando la camarera es la gran esperanza para lograr salvar a la humanidad; el problema está en que mogollón de humanos han sido poseídos y se lo quieren cargar.
Para tratarse de un producto como éste, lo cierto es que la película cuenta con un par de nombres importantes en su reparto: Paul Bettany, que interpreta al ángel vengador, quien a pesar de haber intervenido en películas de renombre como Una mente maravillosa, Master and Commander, Dogville, Wimbledon o El código Da Vinci, siempre será recordado por conseguir llevarse al catre a Jennifer Connelly, su esposa en la vida real (cualquier otro mérito palidece ante tal hazaña); y Dennis Quaid, que interpreta al dueño del local. No es que ninguno de los dos esté especialmente mal en la película, más bien diríamos que ambos hacen lo que pueden con el material del que disponen.
La trama de esta película es un absoluto disparate. Realmente no intenten, ni por un momento, intentar tomarse medianamente en serio nada de lo que allí sucede o pueden acabar con una ulcera del tamaño de un puño. La historia no deja de ser una mezcla de varias historias ya vistas. Prueben a mezclar Terminator con una de zombies donde los protas tienen que evitar que los malos entren donde se encuentran para que no se les papeen el cerebro, y añádanle unos leves toques de religión barata.
Después de los terribles cinco primeros minutos, lo cierto es que el cambio de escenario le prueba a la película. Lo que le sigue es una entretenida media hora donde, incluso, uno empieza a pensar que había juzgado la película antes de tiempo. En ella encontramos un par de buenas escenas (la de la abuela que anteriormente les comentaba, especialmente) y la acción deja paso a una tensión bien conseguida. Lamentablemente las buenas intenciones duran menos de lo que a uno le hubiera gustado y el guión no consigue rematar la faena alargando la llegada del plato fuerte con insulsas conversaciones entre los protagonistas quien, llegados a este punto del metraje, se deciden a contarnos sus vidas. Para colmo, el plato fuerte que finalmente acaba llegando, no resulta todo lo efectista que se pudiera esperar, rozando en ciertos momentos el ridículo, al intentar buscar explicación a una historia que no se sostiene por ningún lado.
Resumiendo: Una chorrada como la copa de un pino que logra aguantar el tipo durante su primera media hora, hasta que empieza a desplomarse como un castillo de naipes.

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