Legión se podría definir como un cruce imposible entre Mister Robot (2015) y la versión cinematográfica de los X-Men (2000-2017). El protagonista de la historia es David Haller, interpretado por Dan Stevens -irreconocible con respecto a The Guest (2014)- un poderoso -y peligroso- mutante con problemas psíquicos. Esta combinación da como resultado una narrativa no lineal en la que se mezclan los flashbacks y unas supuestas alucinaciones: el personaje no se cree sus propios poderes mentales. Eso sin contar sus posibles problemas psíquicos, las drogas que le obligan a consumir y el montaje orquestado por una misteriosa organización gubernamental. En este último punto encontramos, de momento, la gran conexión temática con las películas, al proponer al mutante como un peligro para la sociedad que debe ser controlado militarmente o directamente eliminado. Pero no hay en el primer capítulo grandes escenas de acción, ni despliegues espectaculares de efectos especiales. La propia elección del protagonista impide que estemos ante "una de superhéroes": en los cómics originales, Legión es un personaje oscuro, más cercano a un villano. Fue creado en 1985 por Chris Claremont -guionista padre de los X-Men que conocemos- y un dibujante atípico, Bill Sienkiewicz. Poco tiene que ver el trazo de este con las enérgicas figuras de Jack Kirby, la claridad de John Romita Sr. o las proporciones perfectas de John Buscema. Sienkiewicz es un artista conocido por experimentar con diferentes técnicas -la pintura, el collage- en sus viñetas. Desarrolló su estilo en la tenebrosa Moon Knight (1980) y alcanzó su cenit en la miniserie de Frank Miller, Elektra: Asesina (1987). Un estilo gráfico perfecto para un personaje como Legión, figura atormentada y desdibujada por una grave enfermedad mental. Por cierto, en los tebeos David Haller es nada menos que el hijo del profesor X, Charles Xavier, interpretado por Patrick Stewart y James McAvoy en el cine. Pero la razón más importante para ver esta serie es su creador, Noah Hawley, guionista con mucho a su favor tras el éxito de las dos temporadas de la estupenda Fargo (2015). En el primer capítulo ejerce de autor total, escribiendo y dirigiendo, lo que se traduce en una gran calidad. No estamos ante una mera explotación de una franquicia de éxito. Hawley propone una historia atemporal -no sabemos exactamente en qué época ocurren los hechos- con una estética muy cuidada, alejada de los fríos tonos azules de la primera trilogía X-Men de los noventa y más cercana al estilo retro de las precuelas. La temática de ciencia ficción permite a Hawley despegarse del realismo de la primera temporada de Fargo y desarrollar la riqueza cromática de la segunda -apuntemos que Michael Wylie, de Pushing Daisies (2007), está a cargo del diseño de producción-. La realización de Hawley está llena de ideas de planificación: transiciones entre secuencias que hacen uso del decorado, la utilización creativa de la iluminación, una escena de baile y un vibrante plano secuencia que nos lleva al final del episodio. La historia tiene un punto de vista subjetivo y psicológico que nos hace dudar -como el propio protagonista- de si lo que ocurre es real o una mera ilusión. Me encanta la presencia de la actriz Aubrey Plaza -Seguridad no garantizada (2012)- y Hawley recupera recupera a Rachel Keller -como Syd Barret, con nombre de homenaje a Pink Floyd y el rechazo a ser tocada de Pícara (Anna Paquin)- y a Jean Smart, ambas de la segunda de Fargo. Propone además a David Selby como "malo en las sombras": fue villano ya en Falcon Crest (1981) y antes hombre lobo en Dark Shadows (1968). El gran misterio, en principio, es la identidad de un inquietante ser de ojos amarillos presente en varias escenas: yo apuesto por el Rey Sombra, Amahl Farouk, creado en los cómics en 1979 por Claremont y John Byrne, cuyos poderes mentales encajarían. Pero no sé qué conexiones tendrá Legión con la franquicia mutante cinematográfica. Dudo mucho que aparezca por aquí el Lobezno de Hugh Jackman. Ni falta que hace.