Leído: El árbol de la ciencia de Pío Baroja

Publicado el 22 abril 2016 por Debarbasyboinas @DeBarbasYBoinas

No suelo leer novelas publicadas hace tantos años (1911) pero con esta he hecho una excepción y no me arrepiento. Cuenta la historia de Andrés Hurtado, un madrileño que comienza a estudiar medicina, y con el que vamos creciendo mientras acaba la carrera, intenta encontrar trabajo y paz en este mundo. Es un personaje atormentado por todas las injusticias que ve gracias a su oficio, y a medida que avanza la historia se va volviendo más antisocial. De su idealismo siendo joven pasa a una aceptación, reflexionando sobre como nada puede cambiar.

Son personajes fundamentales su pequeño y enfermizo hermano, por el que se preocupa y por el que lucha, su padre, que es un reflejo de todos aquellos que tienen al dinero como un valor en si mismo y que viven de las apariencias, y por las apariencias. También tenemos a Lulú, que representa aquella inteligencia no instruida, pero a pesar de ello viva y trabajadora. Por último, el personaje más importante, su tío Iturrioz, médico como él. A través de las conversaciones entre estos dos personajes es donde podemos ver la filosofía que respalda a esta novela, y que es su parte más importante, comenzando por el título.

Se hace referencia a él en una de las conversaciones entre Andrés e Iturrioz. Dicen que en el edén había dos árboles, el de la vida y el de la ciencia y dios prohíbe a Adán comer del árbol de la ciencia. A través de esto se reflexiona en como en la ignorancia se vive más feliz, y a pesar de todo es más importante coger el camino de la ciencia, ya que es el único método para alcanzar alguna verdad. Toda esta discusión esta respaldada a su vez por la lectura de Kant y Schopenhauer que en palabras de los personajes “podaron el árbol de la vida” dejándoles solo con el despiadado árbol de la ciencia.

Otra reflexión que me ha gustado ha sido la que hacen sobre el patriotismo a raíz de la guerra del 98. Narra como antes de la guerra los ardores patrióticos se ensalzan, a pesar de que todo está en su contra, pero cuando se pierde nadie se alborota ni se asombra.

También he visto un punto racista en el libro cuando menciona Iturrioz que en España existen dos tipos de personas, el tipo semítico, que tiene como características la bajeza moral y de intriga, que son los remanentes que quedan de los judíos y los moros, mientras que el tipo ibérico representa la cualidades fuertes y guerreras. Es solo un detalle, pero que chirría bastante, especialmente sabiendo lo que ese tipo de mentalidades provocó unas décadas más tarde.

Con esta novela he podido echar un vistazo a la España de finales del siglo XIX, ya que Pío Baroja te retrata en esta novela la sociedad de la época, la política y la moral que había entonces. Quiero recalcar que a pesar de ser una novela tan antigua, no está ni mucho menos obsoleta. Al leerla, te encuentras con que muchas de las críticas que hace siguen teniendo sentido hoy en día. La sociedad estaba polarizada practicamente en los mismos extremos, los conservadores, los liberales y por último los republicanos, a los que considera como gente que pide una utopía. El caciquismo y la corrupción son en la novela una cosa corriente, como hoy en día que continuamente salen nuevos casos. También habla de la pobreza en contraposición a la opulencia de otros y de la injusticia de la vida en general, siendo la ignorancia para él uno de los peores pecados.

También me he sentido identificado cuando habla del tema de la investigación y del desarrollo de nuevas ideas. Uno de los amigos del protagonista, un ingeniero, se ve obligado a emigrar para poder desarrollar sus ideas, y él mismo quiere investigar pero no encuentra medios donde hacerlo en España. ¿Os suena de algo?… A mi también.

Me ha sorprendido la beligerancia con el toreo. Al protagonista no le gusta, y considera a los aficionados unos degenerados por disfrutar del dolor ajeno y por exigir valentía en otros, siendo ellos unos cobardes. La verdad es que no me esperaba encontrar antitaurinos en una novela del 1911, aunque sea por otros motivos que los actuales.

Sin duda una lectura de la que no os vais a arrepentir. No se hace pesada, excepto cuando hacia la mitad tienen una larguísima conversación Andrés y su tío que se hace complicada por los conceptos filosóficos que en ella se plantean. Es un clásico, y sin duda merece serlo.

Silvestre Santé