Revista Cine

Lejos de Carnaby Street: Bronco Bullfrog y Private Road, el díptico anti-pop de Barney Platts-Mills

Publicado el 09 diciembre 2012 por Esbilla

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Películas como las adaptaciones de las novelas de Nell Dunn Poor Cow (Ken Loach, 1967) y Up the Junction (Petert Collinson, 1968) –ya adaptada a televisión con gran escándalo por Ken Loach en 1964-, la sátira de los mecanismos pop de Privilege (Peter Watkns, 1967), el díptico de Platts-Mills Bronco Bullfrog (1969)/ Private Road (1971), la agresiva comedia negrosexual de Jerzy Skolimowski , Deep End (1970) o la sórdida aventura en los intestinos de Swinging London terminal de Cool it Carol! (Pete Walker, 1969) entre otras extrañezas escondidas en la producción británica de la época centradas en la juventud marcan el final de la era pop, el adiós a los felices 60. Quizás no tan drástico  pero si son al menos manifestaciones de sus otras caras, la naturalista y la tenebrosa. Una quiebra, en todo caso, un punto de ruptura paralelo a la pérdida de popularidad de los sonidos más directos del beat –Mersey, Mod, Freak…- y el calor bailable de soul y el r’n’b en favor de las sinuosidades de

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la psicodelia. En ellas se manifiesta el vértigo de la clase obrera y se certifica la despedida del hedonismo; se terminó la fiesta, los colores ácidos pintarrajean la oscuridad y la madurez es un vacío en sombra. Ya se olía Margaret Thatcher en el aire, miembro del gabinete del Primer Ministro Edward Heath por aquel entonces y al mando del Partido Conservador desde 1975.

Señalan también un regreso al espíritu del free cinema primigenio, más documentalista y conservado en gran medida por la televisión, antes que a la ligereza con la cual el propio movimiento original intentó superar la limitaciones del kitchen sink drama infiltrándole fantasía, luminosidad y distorsión a partir de Billy Liar (John Schlesinger, 1963), la art-pop  El  Knack (The Knack… and How to Get It, 1965), la fundamental Morgan un caso clínico (Morgan, a Suitable Case for Treatment, 1966) comedias juveniles con recursos estilísticos  poperos del tipo Here We Go Round The Mulberry Bush (Clive Donner, 1968)o Smashing Time (Desmond Davies, 1967)con la extraña pareja cómica formada por las geniales Rita Tushingham y Lynn Redgrave recién salidas de su segundo éxito conjunto en Georgie Girl (Silvio Narizzano, 1966)Aportaban además una mirada no por impremeditada menos consistente, sobre las subculturas británicas de la posguerra que ya había dado comienzo de manera mucho más despreocupada e inconsciente a partir de la irrupción de Richard Lester y bastante antes en la forma de los documentales de los cineastas free durante la década de los 50 como. Mama don’t allow o We are the Lambeth boys.

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Hijo del político laborista John Platts-Mills, Barney Platts-Mills estaba en mitad de aquel final de las cosas para testimoniarlo con la urgencia de lo inaprensible. Se curtió como asistente de montaje en los estudios Shepperton y en la televisión antes de establecer su propia productora, Maya Films, y comenzar a trabajar escribiendo y realizando cortos y mediometrajes en su mayoría documentales. El más famoso de ellos, Everybody’s an Actor, Shakespeare Said (1968) lo produciría Jocasta Films a instancias de  la directora  teatral Joan Littlewood, quien por cierto fue en 1958 quien llevó a escena la pieza de Shelagh Delaney Un sabor a miel, quien había puesto en marcha un programa educativo para los chicos del East End basado en la expresión personal a través de una interpretación de sus propias vidas.

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Platts-Mills prefigura el ambiente, localización y tono de la inmediata Bronco Bullfrog, en la cual reaparecen algunos de los muchachos en papeles protagonistas o secundarios, entre ellos Del Walker y Sam Shepherd, es decir el Quant, el antihéroes protagonista y Jo “Bronco Bullfrog”, el suedehead que es casi un mito de barrio; de hecho Bronco Bullfrog nace directamente de esta experiencia y se escribe con la intención e rodar un film real con aquellos chicos y sus vidas. Al tiempo este documental remite a los trabajos antes mencionados sobre la juventud británica de Tony Richardson y Karel Reisz. Como ellos Platts-Mills deja expresarse a unos muchachos del East End con su propia voz, captura sus ritos, ssu modas y su verdad. Además la comparación entre ambos permite ver la evolución estética, más cercana al modernismo en la primera, en contraste al endurecimiento pasado por el skinhead de la segunda.

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En Bronco Bullfrog vemos el reverso en blanco y negro del Swinging London. Los chicos del East End no bailan ni se visten a la moda del minuto. Platts-Mills organiza un Al final de la escapada sin deconstructivismo ni envenenamiento cinéfilo, un Los amantes de la noche en clave documento proletario. Romanticismo obrerista y juventud suedehead protagonizado por auténticos muchachos del lado Este de todas  las cosas. Pero la película no es un manifiesto estético ni generacional, por mucho que sea hoy un icono subcultural, el director se limita a colocar la cámara en los lugares reales y en los rostros reales y, a partir de ahí, ficcionalizarlos mediante una historia externa. En múltiples aspectos Bronco Bullfrog es el final del free cinema, un viaje circular de algo más de una década después de su transformación en cine de ficción tras procesar una larga etapa documental desde la posguerra. Es el Sábado Noche, Domingo Mañana de una nueva generación con idéntica falta de esperanza. Rodeados de aburrimiento de clase obrera atada a un sistema clasista, la carrera por el puerto de los enamorados Del e Irene y del outsider Jo “Bronco Bullfrog” es un huida hacia la nada y la película se cierra frente a los rostros desconcertados de los dos héroes románticos más improbables de cine brit de los 60: “¿Bueno, y ahora qué?”, parecen decir.

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La juventud inglesa de Platts-Mills no vive el sueño pop de elegancia extravagante de El Knack, sino uno donde se ha impuesto el naturalismo documental. Incluso cuando en su siguiente realización, Private Road, el espartano blanco y negro deje espacio para la riqueza del color, la vibrante fotografía y los actores profesionales el sentimiento de verdad no quedará comprometido. Mucho más estilizada pero todavía poderosamente naturalista, replica estructura y elementos de Bronco Bullfrog pero situando la historia entre burgueses acomodados y artistas pseudomarginales. Quizás para contar que en todos los puntos del mapa la revolución había sido el mismo timo. Bonita bisutería, rupturismo superficial bajo el cual resisten las mismas convenciones. Sin un camión destrozaba la moto de Del cercenando su libertad, un embarazo enfrenta a Peter y a Ann a las responsabilidades de la vida adulta en otra pérdida cortante de la libertad juvenil.

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Private Road enfrenta la fantasía pop que los protagonistas creen vivir contra la realidad que viven. Como en Bronco Bullfrog los amantes, Peter (el luego director y guionista Bruce Robinson, autor de Withnail y yo), un aspirante a escritor que acabará alquilando su talento como publicista –la diferencia entre crear y fabricar, entre expresar y vender- y Ann (Susan Penhaligon), una hija de papa que trabaja como secretaria en la editorial que publica a Peter, huyen del mundanal ruido hacia la arcadia que piensan que es el campo, Escocia en este caso, para comprender que, desde luego, no pertenecen a ese mundo y que tampoco saben a cual pertenecen. La juventud de Private Road vive en la desorientación, entre las expectativas pequeñoburguesas, la desafección por la política y el auge de las drogas dura. Al contrario que los chicos de Bronco Bullfrog pueden, pero como ellos no saben. Ambas películas son ligeras de apariencia, impresionistas, más esta segunda, fracturada, deslavazada, y en cambio penetrantes, genuinas; sin poses de ningún tipo ni necesidades discursivas o aleccionadoras; en realidad ambas tiene un algo enigmático, un atractivo hermetismo oculto bajo su exterior inmediato aparentemente improvisado que revela una elaboración interna superior. Y las dos son búsquedas de la individualidad, de ese lugar en el mundo con el cual somos engañados al nacer y que cuando nos topamos con él, cuando se nos revela, nos quedamos perplejos. 

 


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