Aquellos que observan desde lejos se lamentan y los que de cerca asisten a la desoladora función... lo sufren. Hogares amenazados, por tierra y bajo ella, a desaparecer lo que en años se levantó. Contienen a cada minuto que pasa la respiración por no ver morir tan rápido todo lo suyo amado y que no se convierta en perecedero recuerdo dañado.
Verdes montes, altivos árboles... bosques de vida que en ceniza lloran el crimen. Habitantes faunos de infiernos corren, mueren o asfixian en su propia desesperación. Plantas por doquier por sus raíces se ven encadenadas a su lecho final.
Rápidas y veloces, sin previo aviso. Llamas accidentadas o provocadas por mentes descuadradas caminan poderosas barriendo con lenguas candentes todo aquello que por su paso cruza. Dañado por fuego queda un corto futuro.
Lloró Galicia de arriba a abajo, de lado a lado... en la templada noche y el cálido día. Manos no natas que escapan a nuestra humanidad y otras dementes, culpables de arrebatar a cada metro el aliento de muchos. Tierra de frondosos pulmones, vivos parajes y aguas inquietas... sollozarán por años las pérdidas.
Sufridos ojos, capturaron la incontrolable estampa. Otros a sus fauces se lanzaron, calmando con sudor la hambruna de aquella esparcida hoguera con coraje como pocos.
Sin rencores rumorean los cementerios de nuestros paisajes. Más quienes de palabra poseen y de rabia no carecen, suplican por aquello que de naturaleza corresponde para que no caigan más lágrimas y para ello se adopten urgentes y comprensivas medidas.
Foto y textos originales de Caroline A. N.