Así empieza esta película, una de las mejores que he tenido el placer de ver. Léolo pertenece a una familia obrera de Montreal. La herencia genética de su abuelo paterno condena a su padre y hermanos al hospital psiquiátrico durante largas temporadas. Lo que Jean-Claude Lauzon nos muestra es una lucha encarnizada contra la locura; cómo podemos combatirla soñando. Esta es la historia de un niño, un soñador, que despierta al mundo y trata de evadirse de su agobiante realidad. Pero también es una metáfora sobre la vida; una de las mejores que he visto.
En este párrafo me voy a dejar ir. Tal vez comenta algún terrible pecado gramatical, por ello os ruego que me juzguéis con benevolencia. Léolo es pura poética audiovisual. Hago memoria, rememoro escenas, situaciones y personajes de la película y la cabeza me bulle, repleta de palabras y colores. Dureza. Ternura. Inspiración. Belleza. Desgarro. Evocación. Brutalidad. Violencia. Amor. Desengaño. Pasión. Crecimiento. Sueño. Locura.
Jean-Claude Lauzon (director y guionista) se inspiró en “L’avalé des avalés” (traducido como “El valle de los avasallados”) a la hora de engendrar esta maravilla cinematográfica. Mi hermana terminó de leerlo hace poco. Va siendo hora de tomarlo prestado. Ya os contaré.
La banda sonora (con los Rolling Stones, Tom Waits, Loreena McKennit, entre otros) es difícil de localizar hoy en día. Aunque, si ponéis empeño, seguro que encontráis algún link de descarga (guiño guiño). Dos piezas fundamentales en esta recopilación. "The lady of Shalott", de Loreena McKennit, y “La canción de Bianca” (que sencillamente me pone la carne de gallina). No os las perdáis.
Como cierre os dejo unos versos del narrador:
Porque sueño, yo no lo estoy.
Porque sueño, sueño.
Porque me abandono por las noches a mis sueños, antes de que me deje el día.
Porque no amo.
Porque me asusta amar, ya no sueño.
Ya no sueño.
Ya no sueño, ya no sueño.
Suerte.