"Pasado perfecto", por supuesto- por eso puede ser considerada una novela negra-, lleva dentro un hecho criminal: en este caso, la desaparición de un importante cubano que es director de la Empresa de Importaciones y Exportaciones del Ministerio de Industrias y la posterior investigación policial, que como pronto imaginamos culminará con el descubrimiento de un cadáver. Padura introduce el primer sesgo de inmediato: el desaparecido es un antiguo compañero de estudios del policía encargado del caso y algunos de los más destacados personajes de la novela son amigos o conocidos comunes, incluyendo a la mujer del desaparecido, a la que siempre ha amado Conde, el policía. Así, pasado y presente cobran la misma importancia y sabiamente Padura narra en tercera persona lo que ocurre ahora y en una primera repleta de buena literatura y de honda comprensión del monólogo y de los mejores aciertos de la literatura hispanoamericana de las últimas décadas (sobre todo Vargas Llosa y Cortázar) los recuerdos que los hechos actuales le traen a la mente a Conde. Hay páginas absolutamente sobresalientes entre los monólogos de Conde, que son pura y maravillosa literatura, negra y no negra, pues tanto para el lector que busca una historia entretenida como para el lector que busca literatura de calidad son absolutamente válidos. E insisto mucho en estos aspectos porque creo que con la serie dedicada a Mario Conde -seis novelas- el narrador y ensayista Leonardo Padura siempre ha tenido en mente la máxima exigencia, la máxima verosimilitud, y ha puesto todo cuanto sabía -que es mucho- en cada párrafo de cada libro. Y si "Pasado perfecto" es una magnífica novela negra, no es menos cierto que se trata también de una magnífica novela a secas, de literatura con todas la mayúsculas que queramos ponerle.
La nostalgia campa a sus anchas por cada escena, los recuerdos sirven para hablar de la revolución cubana y para verla según lo que iba a ser y lo que ha sido -o le han dejado ser-. Padura, como Hammett, como Chandler, como Vázquez Montalbán, entona un discurso crítico, ve la realidad con ojos nada complacientes, se empeña en señalar los defectos de la sociedad en la que vive, pero no se queda ahí: nos acerca sus apuestas, sus miedos, sus deseos mediante una ficción que adivinamos escuálida -palabra muy querida por Conde- en ocasiones, permeable, sólo ficción porque con la ficción parece que entendemos mejor, que empatizamos mejor. Padura, en "Pasado perfecto", con una historia en la que nada sobra, gracias a la implicación de todos los personajes en la realidad contada, al inteligente uso del pasado y del presente que se complementan y son uno y son dos imposibles de unir a la vez, ha escrito una de las novelas que marcarán el futuro del género, que no malgastan fuerzas en la anécdota policial, que usan valiosos materiales de la realidad que en otro tipo de novelas no le llegan al lector de manera tan real y sincera, tan útil y tan capaz de mover a la actuación, viejo deseo de los viejos novelistas mayores que siempre se acercaron a la cuartilla en blanco para dejar constancia de que habían vivido y merecía la pena seguir viviendo.