Les Misérables

Publicado el 26 enero 2013 por Proyectodescritora

Ayer fui a ver Los Miserables en el cine (el musical es súper caro). No he leído tampoco la novela pero creo que en dos horas y cuarenta minutos que dura la peli me hago una idea de la historia. Antes de seguir, dejo claro que ésta visión subjetiva está cargada de spoliers y si no la has visto y la quieres ir a ver, es mejor que no sigas leyendo. Avisado lo cual, empiezo.
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A lo largo de toda la proyección, tengo una sensación de qué, cada vez que un personaje me atrae o me resulta interesante, se lo cargan. Esta sensación comienza al aparecer Fatine, que es el momento en que me engancho a la película, porque el peregrinaje del protagonista se me hace un poco pesado después de ese inicio espectacular en el barco como esclavo.
Hay dos momentos que son mis favoritos del metraje. Uno de ellos lo protagoniza ella en una canción cargada de dolor, justo después de ser obligada a prostituirse por darle de comer a su hija. Su voz, unido al mensaje y a su grito cantado de sufrimiento, te llega. Y justo cuando simpatizas con la pobre desgraciada, y crees que el aburrido protagonista va tener algo de interés con una historia de amor, va y muere.
Vale, te tienes que acostumbrar otra vez y conocer nuevos personajes, a ver si alguno te gusta. Aparece entonces la niña Cosette y sus cuidadores. Ellos son el punto cómico a tanta desgracia, pero son muy exagerados a la hora de mostrar a la niña como una criada a la que maltratan. Te hacen gracia pero tampoco simpatizas con ello, en cambio la niña tiene algo especial. Te da igual porque en breve dan un salto de varios años y ya no hay rastro de ella. De la actriz, quiero decir. Esa es otra. De pronto la historia, que a veces no avanza nada, luego da salto de ocho o nueve años en los que no te explican como los personajes han llegado a esa situación.
Javert, el malo, tampoco me es interesante. No sé si es cuestión del actor (Rusell Crowe), que me parece anodino. Y lo único que hace es perseguir al prota, Jean Valjean. Que por cierto, no envejece por muchos años que pasen (yo pensé que seguía haciendo de Lobezno) pero luego, en un trayecto en carruaje, sus cabellos se tornan canos y muere. Justo cuando le empiezas a coger cariño, aunque creo que es solo porque llevas dos horas y media viéndole pasar penurias. Incluso el malo se suicida cuando empieza a tener algo de gracia, aunque la verdad es algo que no te hace sufrir, más bien es un alivio.
Pero espérate que aún queda que aparezca Marius y sus amigos. El chico (que por cierto, que labios tan raros tiene) soso se enamora de la pequeña Cosette. De un vistazo ya dicen que han nacido el uno para el otro. Como ocurre todo tan rápido, los actores o los personajes son unos ñoños y la historia inverosímil, yo acabo simpatizando más con la chica, Eponine, que lleva años enamorada de él. Que por otro lado es la hija de los mesoneros, aquellos que acogieron a Cosette de niña. Aquí llega el otro momento que me gusta. No es la empalagosa canción de amor entre esos dos pasteles de fresa, sino de la tercera en discordia bajo la lluvia, cantándole al desamor. Como habréis adivinado, al rato ella muere. Un pequeño grupo quiere sublevarse ante el Rey y les sale un poco mal, porque el pueblo no les sigue (ese momento también tiene fuerza) y claro, mueren todos. El niño gracioso, el amigo de Marius, y todos los demás. Todos menos él. Así que al final todos mueren menos la parejita feliz. Aunque al final aparecen todos alzándose en pos de la libertad para luchar todos unidos contra el poder opresor, la verdad es que todos los que están son los que han muerto así que la moraleja no sé muy bien cual es.
Visualmente es llamativa y cantan muy bien y eso, (aunque también se me hizo un poco pesado eso de que cantaran tanto, hay muy poco diálogo hablado, y en algunos momentos queda realmente mal que digan algunas cosas cantándolas) el argumento hace algunas aguas y como digo, a mi me costó meterme en la historia porque me parecieron más interesantes los personajes secundarios que los principales.