Letizia: Mi nueva Reina

Publicado el 21 junio 2014 por Sergio Ampuero Mata @SergioMata_86
Mientras media España llora desconsolada porque esta vez no ha podido ser y nuestra Selección ha durado menos en Brasil que lo que tarda Nacho Vidal en tapar un agujero y la otra media se indigna viendo como sus banderas republicanas llevan dos semanas colgadas de la ventana inútilmente, yo no quepo en mi de gozo. Y no, no es porque me haya vuelto independentista y no quiera ver a La Roja ganando otro mundial ni porque sea monárquico y me corra de gusto viendo como Felipe VI alcanza por fin el trono. Es por ella. Porque me llena de orgullo y satisfacción que nuestra nueva Reina sea ella, Letizia Ortiz, una mujer cuya vida me representa mejor de cara al exterior que cualquier equipo de fútbol venido a menos o un hombre cuyo futuro le venía escrito desde la cuna. 
¡Yo Soy Letizista!

Porque ella, críticas aparte, es todo cuanto puedo esperar de una mujer que ya es símbolo de España en el mundo. Una plebeya, la primera, que ejercerá de consorte (con lo poco que me gusta esa palabra) alejando a la Casa Real de todo ese tufo rancio y obsoleto que venían luciendo con JuarCar y Sofí. Son muchos, por no decir casi todos, los que creen que es la Monarquía lo que debe caerse del mapa político de España precisamente por rancia y obsoleta (además de poco democrática). Pero yo, siempre discordante, creo en otro tipo de Monarquía. Creo en ella. Una nueva Realeza en la que Letizia encaja como un guante y que sí me puede representar a la perfección.

Llegó a nuestras vidas sin hacer ruido, colándose en nuestras casas como el rostro que nos llevaba la actualidad cada día desde el Telediario. Hasta que un día, como si lo hubiera dibujado el mismísimo Walt Disney, decidió abandonar su carrera periodística para convertirse en Princesa. Princesa de Asturias. Desde ese mismo momento ya dio buena cuenta de que ella no era una más. Que su personalidad era firme y rotunda y no se iba a quedar a un lado fingiendo ser una muñeca de cera con aspecto angelical sin voz ni voto. Ella quería ser la Princesa que necesita una nueva era. Letizia comenzó así el papel más difícil de su vida porque esta vez el reportaje que tenía que cubrir era su propia vida. Cambiar los micrófonos por la Corona de Reina de España, esa era su misión. Abandonar su vocación por una historia de amor que la comprometería de por vida. 

Y a pesar de las críticas, no sólo no lo ha hecho mal, sino todo lo contrario. Desde entonces, una boda de cuento pasada por agua, nuevos actos oficiales siempre ligados al bienestar social, incansables críticas por sus visitas al quirófano (que han conseguido una Letizia espectacular, bella y serena), sus estilismos y su "extrema" delgadez; algún que otro rumor de crisis y dos hijas, Leonor y Sofía, que garantizan la Monarquía en nuestro país al tiempo que apuestan de una forma rotunda por la abolición de la Ley Sálica, machista y retrograda. 

Muchas voces son las que odian que se salte el protocolo, que en su trabajo como Reina haya espacio para la diversión con sus amigas o que la rigidez en su rostro sea una seña habitual cuando muchos le atacan en plena yugular. Pero a mi es precisamente eso lo que me encanta de ella.

Que sea una mujer normal, que no esconde lo que siente en cada momento y que prefiere hacer oídos sordos a las críticas banales. Una mujer con un pasado cuestionable (divorciada, con estancias mexicanas que podrían llenar ríos de tinta, con sentimientos republicanos, una familia cargada de pasajes oscuros...), como el mío y como el de casi todos, con agujeros negros que son precisamente los que llenan la vida de experiencias y momentos únicos. Una mujer bella y sin complejos, que utiliza los medios a su alcance para llegar a ser lo que quiere ser. Una mujer que inicia un largo camino para modernizar una institución que necesita cambios. Una mujer que apuesta por un futuro diferente en el que la corona y los trajes de princesa quedan aparcados en el armario para acercarse a lo que representa de verdad: 


Un pueblo en crisis, con nuevas inquietudes sociopolíticas y muchos dilemas morales que quebrantarPor Sergio Mata