Extracto de Mi Diario de Viajes:
Esta mañana, salimos hacia Sigulda, donde se encuentra el Parque Nacional de Gauja, el más antiguo de Letonia. Aquí se puede practicar varios deportes de agua y de riesgo. Es un parque interesante de visitar porque contiene ruinas de castillos en medio de un paraje poblado de pinos. Se encuentra a tan sólo una hora y quince minutos de Riga.
Salimos del autobús y empezamos a caminar para bajar el desayuno pantagruélico que tomamos en el hotel. Nos llama la atención que la primera parte del parque sea plana, con calles asfaltadas, como si se tratara de un parque temático, así que tengo una sensación extraña al pasear por unas calles asfaltadas rodeadas de arboledas y casas pequeñas, como si fuera un pueblo.
Nos encontramos fuera del camino una iglesia luterana que dejaron los alemanes como recuerdo. Dentro nos espera un cura que nos hace una breve explicación y nos sugiere que al final de la visita dejemos una pequeña donación. Destaca en su interior un retablo de hace 300 años. La iglesia fue construida en el años1225 y fue reconstruída en los siglos XVII Y XVIII. Nos encontramos con una exposición de pequeños cuadros realizados con botones. Nos gusta la imagen de San Jorge y el dragón. Incluso te has de acercar para apreciar que son botones lo que estás viendo.
En Sigulda nos encontramos con las ruinas de un castillo medieval, una antigua fortaleza del que quedan sólo dos paredes y que fue construído entre los años 1207 y 1226. Junto a las ruinas se encuentra otro castillo de principios de siglo XX que en la actualidad es un sanatorio. Me doy cuenta que hay un gran número de sanatorios en el país, y no me extraña. Es éste un país frio, y eso que estamos en primavera, con gente que apenas habla en la calle ni en los transportes, tienen el índice más alto en divorcios de toda la Comunidad Europea, creo que yo también me volvería majara con tanto frio e incomunicación.
Desde aquí vemos la otra parte del parque y una bonita vista del rio Gauja, con el Castillo de Turaida al fondo. Nos dirigimos al teleférico que nos llevará al otro lado del rio. Aquí ya cambia todo, ya nos encontramos en plena naturaleza. Cruzamos solos en el teleférico y apreciamos las vistas con pinos y abetos medio helados y el rio en una bonita combinación de colores blanco, gris, amarillo y marrón. Es una imagen, bucólica y triste a la vez.
Una vez en tierra cogemos un sendero serpenteado que nos lleva a la Cueva Gütmana. Es famosa por ser la más grande del Báltico y por la leyenda de la Rosa de Turaida. En la misma podemos apreciar grafittis del siglo XV en forma de inscripciones corazones...
Cuenta la leyenda que la bella May Rose vivía en el Castillo de Turaida desde bien pequeña y se enamoró de Victor, un jardinero de dicho castillo. Se encontraban en secreto dentro de la cueva (a mitad de camino de los dos castillos). Un malogrado día fue secuestrada por uno de los soldados engañándola haciendo ver que traia una carta de su amado. Cuando llegó a la cueva, la secuestró, pero ella, a cambio de su libertad, quiso entregarle un collar que llevaba indicándole que tenía poderes y que le haría una demostración. Esto quedó en el misterio, pero fue asesinada por el soldado que más tarde fue capturado y colgado por su crimen. Así que existen documentos de la Corte dando credibilidad a esta historia y a dia de hoy se le rinde homenaje a la bella Turaida en una gran piedra grabada en su memoria. Junto a esta nos encontramos un gran cisne merodeando como si fuera el guardián de la cueva.
Continuamos por senderos con lagos aún en deshielo y pinos con los troncos dañados por el frío, incluso hay algún sendero cortado por la caída de árboles que nos hace seguir por la carretera en algunos de sus tramos. En el tramo final hay una ligera subida que nos lleva al Castillo de Turaida.
Es su interior alberga el patio principal y en sus salas se exhiben la vida del castillo durante los periodos de 1319 hasta 1561. No hay nadie en el recinto y subimos a la Torre de las Mazmorras, desde aquí apreciamos unas vistas del Parque Nacional de Gauja.
Muy cerca del castillo hay un pequeño sendero y llegamos al Jardín de las Dainas, con esculturas en piedra que simbolizan a los heroes letones que se inmortalizan en las Dainas, canciones tradicionales del país que expresan acontecimientos como el nacimiento, las bodas y la muerte. Volviendo hacia la entrada localizamos la tumba de la Rosa de Turaida .