El creciente rechazo a la inmigración descontrolada en los países de Europa central y nórdica puede romper el próximo domingo más de medio siglo de pensamiento socialdemócrata en las elecciones suecas.
Y hundir las perspectivas de la moderada coalición cristianodemócrata y socialdemócrata de Merkel en Alemania por el incremento de la ultraderecha antiinmigración, sobre todo musulmana.
A ese rechazo acaba de unirse disimuladamente una izquierda que pretende aplicar también restricciones a la entrada de extranjeros.
En realidad es un fenómeno que se vive en toda Europa impulsado por algo que se niegan a reconocer y que ocultan los gobiernos las policías y los más influyentes medios de comunicación.: la no integración de muchos inmigrantes y supuestos refugiados, y los abundantes actos violentos y de delincuencia sexual que denuncian los ciudadanos de las sociedades que los acogen.
Ante el silencio oficial y periodístico se divulgan por las redes sociales junto a noticias falsas que los exageran y agravan, lo que crea el caldo en el que se cultiva la ultraderecha, como la de la Alternativa para Alemania (AfD).
Bajo este razonamiento acaba de nacer esta semana en Berlín el movimiento de izquierdas Aufstehen (Levantarse o En Pié) a iniciativa de la colíder parlamentaria del partido izquierdista Die Linke (La Izquierda), Sahra Wagenknecht.
“Muchos alemanes ya no se sienten representados por los partidos establecidos por lo que estamos ante una crisis tangible de nuestra democracia”, afirma Wagenknecht.
“Se comprueba en las crecientes marchas xenófobas de la semana pasada en la ciudad de Chemnitz, en las que participaron además de neonazis y ultraderechistas ciudadanos indignados que se sienten abandonados por la política oficial”, advirtió.
Ha empezado el revisionismo del pensamiento progresista de acoger a todo inmigrante o supuesto refugiado, y la izquierda, por primera vez, parece querer “levantarse” para evitar que la población se sume a la ultraderecha, aunque quizás ya sea tarde.
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SALAS