"Leviatan", de Paul Auster

Publicado el 11 octubre 2013 por Barcoborracho
Ed. Anagrama, 2mil algo y seguramente el barcelona, el traductor no sé pero indiscutiblemente español
Hace unas semanas andaba por el mundo como acomplejado y depre, y para darle una vuelta de tuerca a mi estado, me dije dicho: tengo que cargar alguna desgracia, un malestar, algún algo, que sea mayor que esto. Y he ahí que veo el ejemplar de esta novela de Auster. Pensé haber encontrado algo cuya lectura me iba aresultar infernal (tipo, por ejemplo, el país de las últimas cosas, o el libro de las ilusiones, o La vida interior de Martin Frost!) 
¡Auster me sacará de la ciénaga!, me dije. Voy a leer una veintena de páginas y luego tirarla a la basura, me dije.
Como sabemos, al hacer algo odioso, indescriptiblemente odioso, todo nuestro patetismo y amargura se centran en esta actividad, y cuando la dejamos de hacer quedamos aliviados.
El caso es que el libro es bastante entretenido. Tiene todos los ingredientes para ser una novela malísima: trata de un escritor, la novela es el manuscrito de otro escritor, para colmo en primera persona; hay el asunto de la famosa 'novela inconclusa', partidos de béisbol, la estatua de la libertad, el famoso terrorismo; el famoso asunto del policial; la enumeración puede seguir... Sin embargo, el libro engatusa, por la prosa fluida, por ratos epilécticamente poética, sincopada; pero sobre todo por los personajes. El narrador, álter ego del mismo Auster, es una mierda: pocos tipos más aburridos. Sin embargo, hay tres personajes que brillan, literalmente, quizá convergieron astros o algo por estilo pero resulté encandilado: Benjamin Sachs, el escritor frustrado, pero sobre un tipo de acción, lleno de aventuras; la artista conceptual Maria (la que más encandila) y Lillian Stern, la infaltable chica bonita de toda novela policial, mezcla de ángel y demonio, mayor cliché imposible, pero funciona de maravillas.
Hacia el final, la historia se desdibuja y da un poco igual. Hay mucho relleno, algunos francamente incomprensibles desde el punto de vista literario, pero comprensibles en lo personal: Auster mete a un personaje que es la esposa de Peter Aaron, el narrador, cuyo nombre no recuerdo, y cuyo papel es el de una estatua, un hito sin consistencia, soso, molesto. El homenaje a la mujer amada, puede decirse, pero también, tomando en cuenta de que basta con una dedicatoria ("a mi amada Siri Hustvedt", por ejemplo), es evidente de que se trata de algo más. Y no precisamente de amor. Durante la lectura sentí que en ese personaje había algo así como un pago: hay mucho de frase melosa cuando Aaron se refiere a su esposa (la estatua); que es muy hermosa, que le da hijos, que es comprensiva, etc. Imagino que el escritor Auster habrá cometido una enorme tontería mientras escribía la novela, o poco antes, o pensaba cometerla, y entonces este personaje funciona como el ramo de rosas del culpable. Otra explicación no sé...
En fin, una buena novela.
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