Latan maltratada ley no puede ser la causa de estos desmanes, ya que esta leyperjudica a las minorías en general, y en estos comicios, como en todos,quienes se ven siempre más desfavorecidos son los partidos de ámbito nacionalfrente a los partidos de taifas, y esta infamia se produce por lacompartimentación geográfica de los escaños: esto es: trescientos mil votosrepartidos en cuarenta provincias pueden no suponerte ningún diputado, mientrasque si se concentran en tres pueden valerte siete.
Esevidente que esta fragmentación del voto no tiene sentido alguno, ya que laasignación territorial de los diputados es meramente nominal, y, a diferenciade lo que ocurre en Gran Bretaña u otros países, no existen diputados dedistrito a quienes acudir cuando uno tiene un problema con la administración,por lo que es evidente que debiera existir una circunscripción electoral única queeliminase esta fuente de agravios, y ahora, que el gobierno no precisa de lospartidos de taifas para gobernar, debiera ponerse de acuerdo con el PSOE paracambiar de una vez la ley electoral.
Y,por lo que respecta a la denostada ley D’Hondt, imaginen que no existiera: enese caso, el PP no podría gobernar ni siquiera en coalición con CiU, y eso queahora entre ambos suman más de doscientos escaños. Un parlamento meramenteproporcional sería ingobernable: incluso con el sistema actual, durante lamitad de las legislaturas, todas las que no ha existido mayoría absoluta, losgobiernos han sido rehenes de los partidos de taifas, así que la ley D’Hondt nime la toquen.