Ley penal del lector

Publicado el 25 agosto 2011 por Peterpank @castguer
Exposición de motivos
Habiendo llegado el legislador literario a la conclusión de que, si no hubiera lectores que adquiriesen sus obras, los escritores premiados, costumbristas, castizoplastas, pornocasposos, bestsellerados y terasmares se desanimarían y dejarían de escribir o, cuando menos, de publicar y se dedicarían a otros menesteres más beneficiosos para la hispana sociedad, como la pesca de la sardina, la recolección del rábano transgénico o el balompié, ha considerado oportuno dictar una severa Ley que disuada a esos cómplices de quienes cometen el delito de lesa literatura, de gastar en apoyar a éstos lo que deberían gastar en que sus hijos adquieran conocimientos de estética general, teoría de la novela, gramática, retórica y buen gusto, así como en la adquisición de Guías Racionales del Ocio.
 
Título único
Artículo primero
Quien sea sorprendido leyendo un  libro publicado por Alfaguara, Tusquets, Espasa Calpe, Anagrama o Planeta delante de menores, será detenido y condenado, por escándalo público, a dos años de reclusión en la Biblioteca Nacional, donde los reverendos Juaristi, De Cuenca y Racionero, y la Reverenda Madre Rosa Regás le impartirán sermones en el castellano excelso de don Lorenzo Hervás y Panduro.
Artículo segundo
Aquel lector que organice sus lecturas siguiendo los criterios de los críticos de Babelia o El Cultural,ABC Cultural, la revista Qué leer, la lista de Los cien mejores de El Mundo o, en general, las relaciones de los Más vendidos, será condenado a tres años de reclusión en la Casa del Libro, donde sólo se le permitrá leer el Kempis, la Batracomiomaquia y el libro de los Macabeos. Podrá redimir un mes por año de la pena, rezando diariamente un Yo pecador por teléfono a don Víctor García de la Concha.
Artículo tercero
Todo lector que siga leyendo a Javier Marías, Guelbenzu o Molina Foix, a pesar de haber entrado, antes de la página 20, en estado de aburrimientum tremens, será condenado a leer dos veces el libro con el que haya sido sorprendi­do, empezando por la última página y acabando por los carteles de crédito.
Artículo cuarto
Los leyendos y, en general, los lectores aún no titulados que soliciten, en cualquier librería del territorio nacional, un libro, porque haya obtenido un premio, serán condenados a pena de destierro en cualquier Hija Patria, donde recibirán, por cuenta del Ministerio de Cultura, clases de español.
Artículo quinto
Preguntar siquiera por el precio de un libro recomendado por Babelia o El Cultural será considerado delito, aunque de menor cuantía. Los infractores serán castigados con la suspensión temporal -de uno a seis meses- de librería, biblioteca, quiosco y banco público. Antes de reintegrarse a la sociedad lectora, tendrá que hacerse un lavado de cerebro, estómago y paladar con fotocopias de páginas del Quijote, Hamlet, la Divina Comedia o los Cuentos Completos de Ana Botella.
Artículo sexto
El lector que, habiendo enfermado de impotencia después de leer una novela de Almudena Grandes, Maruja Torres o Lucía Etxebarría, empezase a leer otra de las mismas autoras o de Clara Sánchez o Espido Freire, será condenado a reclusión de once meses y un día en un parvulario, donde estará obligado a atender a los niños de cabeza gorda y mal lavada y a masturbarse una vez por semana con papel de lija.
Artículo séptimo
Los lectores de menos de veinte años que lean a Maruja Torres, buscando con morbosidad las fantasías de la autora sobre las peripecias de su clítoris en la Alta Edad Media, tendrán que confesarse con un agustino recoleto y cumplir tres veces la penitencia que le imponga, la tercera por cuenta de la Seguridad Social.
Artículo octavo
a) Toda mujer que sea sorprendida leyendo libros de autores que, además de castizoplastas y ponocasposos, sean tardomachistas, como Cela, Umbral y Muñoz Molina, será desprovista, durante el número de meses que determine el juez, del Documento Nacional de Identidad.
b) En caso de comisión del mismo delito, pero en menor cuantía -un artículo, un artínalga o un relato breve-, se la dejará en posesión de la citado documento, pero con la casilla correspondiente al sexo cubierta por un esparadrapo.
c) Aquellas damas que reincidan en lo mayor como en lo mínimo, serán recluídas en el Castillo de la Mota, en la del Campo secular Medina, hasta que se sepan de memoria  El segundo sexo, Más allá de Itaca, El contrato sexual o cualquier otro clásico de la literatura feminista. Durante el tiempo de la reclusión, llevarán verticalmente, entre ambos senos, la palabra contumaz.
Artículo noveno
La lectora que, después de haber de haber leído a Almudena Grandes o Maruja Torres, conjugue frecuentemente en su conversación los verbos modelo follar, joder y crujir (el somier), tendrá que volver a hacerlo, durante seis sábados y un día, pero en la conjugación perifrástica pasiva. Si en la comisión del delito concurriese alguna circunstancia agravante, como añadir  metáforas, anacolutos o calambures varios, tendrá que conjugarlo en latín de Salustio o de Pomponio Mela.
Artículo décimo
El lector que confiese haber llegado, aun a costa de pillar una empachera aguda de merengue nacional y ambrosías turcas, a la última página de una novela de Antonio Gala, será entregado a las autoridades sanitarias penitencia­les, que le vacunarán con pesticidas, picantes y elixires amargos y le aplicarán, una vez por semana, corrientes eléctricas en las nalgas, las tetillas y el pudendo.
Artículo undécimo
Las lectoras que viajen a Estambul, por haber leído La pasión turca y con la esperanza de ligar con el guía, si no aprovechan la oportunidad -que se les ofracerá discretamente- de arrojarse por sí mismas al Bósforo, se les levantarán las faldas en la terraza del Sheraton y se les aplicarán cien latigazos en el nalgar orientado hacia la Unión Europea.
Artículo duodécimo
A los lectores que, por haber leído a Terenci Moix, crean saber algo de Egipto, se les hará un análisis de sangre y, si andan bajo de transaminasas y triglicéridos, se les acusará de autoinducción al suicidio y se les encerrará durante un año en una pirámide de corcho, a dieta estricta de agua, pan, y aceite de orujo.
Artículo décimotercero
Los padres que compren a sus hijos libros con las aventuras de Manolito Gafotas tendrán que llevarlas de sol durante un año a partir de las siete de la tarde; en el cine y el Corte Inglés, a cualquier hora. Cuando sus hijos alcancen la mayoría de edad, les pedirán perdón delante del alcalde de su localidad, que les concederá, si lo cree oportuno, indulgencia plenaria, con bula de pavipollo en Adviento y Epifanía.
Disposición final
Esta Ley, que será de aplicación en todo el territorio nacional, especialmente en la bibliotecas de Cajamadrid, grandes superficies, empresas del grupo Prisa, diario El Mundo, quioscos de prensa, revista Qué leer, bancos públicos, cafeterías bien iluminadas, andenes del metro, paradas de autobuses y  watercloses públicos y privados, entrará en vigor al día siguiente de su publicación en el Boletín Oficial del Estado de la Cuestión.
Magistrado ponente: Ilmo. Sr. D. Latino de Híspalis
Promulgada en Madrid, a 1 de septiembre de 2011

La Fiera Literaria(búscala)