Leyenda de la sierra de Albarracín, la fuente mentirosa
Publicado el 15 septiembre 2013 por @asturiasvalenci Marian Ramos
@asturiasvalenci
Cuentan los más mayores de la sierra de Albarracin que en algún rincón de sus bosques, una leyenda decía que había una fuente mentirosa.Desde aquellos tiempos tan remotos en los que
estos territorios estaban dominados por los árabes aquella fuente no era un manantial normal. Porque contaban que su caudal era intermitente y que, a veces sin ninguna explicación aparente, el agua dejaba de brotar.Solían decir que antes de volver a fluir, la tierra temblaba a su alrededor y que se oían algunos ruidos desde lo más profundo de ella. Entonces surgía para aliviar la sed a todo aquel que se acercara a beber de sus limpias aguas.Algunos historiadores turolenses decían que estaba encantada.Pero creo que más bien serían los propios campesinos y pastores los que hablaran así de la fuente mentirosa.Y como son los que conocen donde se encuentra y han experimentado su caprichoso fluir, dejaremos que sean ellos quienes nos cuenten la leyenda que fue relatándose de viva voz de generación a generación.Corrían tiempos en que Albarracín estaba administrado por un señor musulmán. Debido al gran poder e influencia que tenía vivía en el castillo junto a su hija adolescentePocos habitantes del pueblo hubieran podido describir a la muchacha porque su padre la mantenía encerrada allí, en lo más alto de Albarracín. Y aunque la joven podía pasear por los jardines o sumergirse en solitario en los baños árabes no tenía más que a sus damas de compañía para poder conversar. Incluso su padre la recluía en su dormitorio cuando celebraba alguna fiesta con los más altos dignatarios de otros territorios musulmanes. Y la muchacha intentaba escuchar la música, las poesías y los cantos de los asistentes para poder distraerse y soñar.Como era normal en aquellos tiempos, el padre musulmán no tenía otro objetivo que casar a su hija con el mejor y más rico pretendiente que pidiera su mano. Por eso no quería que nadie la viera para evitar así, alguna complicación no planeada.El señor de Albarracín solía estar durante grandes periodos de tiempo fuera de estas tierras porque era dueño de un gran ejército. Su gran pasión era invadir pequeñas territorios para anexionarlos a su señorío. A la muchacha le gustaba imaginar cómo podía ser correr por el campo; coger florecillas para hacerse una diadema, beber de algún manantial de agua fresca; sentarse a la orilla de un río para poder escuchar el corretear alegre de sus aguas o ver a los animales que vivían en la sierra.Soñaba con poder vagar por sus bosques en plena libertad. Su sueño era cada vez más poderoso.Y lo fue tanto que, una noche, en la que su padre llevaba mucho tiempo sin estar en Albarracín, decidió que lo haría realidad. Así que recogió algo de ropa, la ató a su cintura y, sin saber cómo, logró burlar la vigilancia de las murallas y salir al exterior sin ser vista.A la joven le pareció que el aire soplaba y olía diferente allí fuera. Sin distraerse mucho más, comenzó a bajar hacia el pueblo y decidió seguir el cauce del río a contracorriente. Durante toda la noche caminó con cierta rapidez de tal forma que, cuando comenzaron a surgir los primeros rayos de luz, ya se había internado en la sierra más profunda y alejada.Dicen que, en los alrededores de Frías, había un castillo abandonado y derruido y que, posiblemente, estos muros fueron su refugio durante las noches oscuras y frías de la sierra de Albarracín.Cuando llegó la hora de despertar a la muchacha, sus damas se dieron cuenta de que no estaba y que, además, faltaba algo de ropa. Pero esto se lo callaron. Decidieron ayudarla porque imaginaban lo que había ocurrido. Por el contrario, hicieron creer a todos que la joven había sido raptada.Curiosamente, nadie avisó a su padre que se enteró meses más tarde cuando llegaba henchido de orgullo al ser propietario de varias posesiones más.El señor musulmán sufrió un ataque de rabia cuando se enteró de lo que su hija había desaparecido. Así que, sin dejar descansar a su ejército, mandó que buscaran al raptor y le dieran muerte. Por supuesto, debían traer a su hija sin ningún rasguño. Castillos, aldeas, masías…Todo fue registrado pero nadie la encontró ni nadie pudo decir que la había visto deambular por la sierra.El padre, desesperado por esta desaparición, mandó llamar a algunos sabios de otros señoríos. ¡Los mejores adivinos del Islam!
Pero ninguno pudo averiguar nada sobre la muchacha. Con el tiempo, la búsqueda de la joven se hizo menos intensa. Hasta que un día, una hechicera muy mayor de Albarracín se atrevió a pedir audiencia al señor.-Señor, he podido ver que su hija vive. Sé que nadie se la llevó a la fuerza, que nadie la raptó. -¿Qué estás diciendo, vieja mentirosa?- chilló el padre muy enfurecido.Pero la hechicera supo mantener la calma y siguió hablando con el mismo tono con el que había comenzado.-Tu hija vive en libertad. Corretea por los bosques, se alimenta de las frutas y cultivos de algunos campesinos. Duerme entre algunos animales que le han cogido cariño y a los cuales ella cuida. Pero también te digo que nunca podrás encontrarla. El rostro del señor de Albarracín se tensó por momentos.-Como imagino que estás pensando en el mayor castigo para que ella sepa la injuria que te ha infringido, dime y yo intentaré que así se cumpla- dijo la hechicera mirando altiva.-Pues debe ser muy duramente castigada ya que huyó por su propia voluntad. No quiero la muerte para ella, pero sí que tenga, a partir de este momento, una vida muy dura. Que no encuentre comida ni agua fácilmente- dijo el padre.-Muy bien, así intentaré que sea.-¡Ah! Otra cosa. No quiero que nadie se enamore de mi hija, ni que nadie ponga una mano sobre ella. Ya que eligió ser libre para vivir en el bosque y con los animales, que sean ellos su única compañía.-Perfecto. Cuando se acerque a alguna fuente a saciar su sed, no encontrará agua. Ni los frutos silvestres crecerán más por donde ella esté- sentenció la hechicera.Y así cuenta la leyenda que ocurrió. Aquella misma noche, cuando la muchacha regresaba hacia las ruinas del castillo, paró en la fuente para beber. Pero en el momento que se inclinaba, misteriosamente el agua dejó de fluir. Una y otra vez lo intentó pero fue imposible, la fuente no volvió a brotar.Cuentan que al día siguiente, cuando la muchacha se dio cuenta de que no podría beber más de aquella fuente, comenzó a buscar otros manantiales donde saciar su sed.
Pero dicen que, la fuente mentirosa, de vez en cuando, sigue retirando su caudal. Y cuando ocurre esto, aquellos que lo ven, saben que la muchacha está inclinada intentando beber…