Leyenda del Árbol de la Vida. Joyería de Plata Online

Publicado el 29 octubre 2013 por Elrincondemisalhajas @rincondealhajas

Hubo un tiempo en el que, en algún recóndito lugar del planeta, nació y creció un gran árbol con raíces inmensas, ramas exuberantes y frutos ricos en nutrientes para hombres y animales. Su tamaño era tal que cientos de especies de aves se alimentaban de los frutos de su copa y los hombres acudían para tomar semillas y trasplantar pequeños ejemplares para dar de comer a sus familias.

Estos frutos no sólo alimentaban los cuerpos de animales y personas, sino que también les proporcionaba un fuerte poder de regeneración y de longevidad.

El Árbol de la Vida tenía un guardián que apuntaba todo lo acontecido alrededor y actuaba de moderador en caso de incidentes.

Pero sucedió que un pueblo guerrero enterado de las propiedades del Árbol acudió para arrancar las raíces y llevarlo a sus tierras con la intención de arrebatar a toda la humanidad la gratuidad de aquella fuente de vida y hacerla suya, cobrando en oro y plata a todo aquel que deseara tomar de sus frutos.

Emprendido el viaje de vuelta a casa, los dioses creadores del Árbol de la Vida se enfurecieron por la avaricia, el egoísmo y la violencia de estos guerreros y provocaron la muerte instantánea de las raíces y semillas. Un rayo de fuego redució a cenizas aquella magnífica planta que había alimentado y dado vida a tantas especies en la Tierra. 

Las comunidades colindantes al primitivo emplazamiento sagrado, convocaron a los dioses para rogarles piedad con aquellos quienes fueron siempre respetuosos con el Árbol de la Vida. Sucedió entonces que la bondad de los dioses ordenó a una bandada de pájaros hizo resurgir las semillas de las cenizas provocadas por aquel rayo de fuego, esparciéndolas por todos los rincones de la Tierra. Ahora todos los habitantes podían alimentarse de los ricos frutos de estas especies vegetales, pero ninguno de ellos poseía la capacidad de regeneración y longevidad del original Árbol de la Vida

Así los dioses realizaron una promesas a los habitantes. Concederían las propiedades regenerativas y de vida a los frutos de aquellos árboles cuando los hombres tuvieran el corazón limpio y fueran capaces de sentirse hermanos siendo solidarios los unos con los otros.