Te contábamos ayer que Roger de Vlaeminck estaba casi arruinado y sin equipo al final de la temporada 1977, y que esa situación le había hecho plantearse la posibilidad de primar lo económico por encima de lo deportivo. De tal forma él, que era el vigente vencedor de la París Roubaix y recordman de la prueba con cuatro triunfos, aceptó irse a Italia para ponerse al servicio, como gregario, de otro ciclista en las filas del Sanson.
Claro que el otro ciclista no era un cualquiera, sino nada menos que Francesco Moser. Aquella pareja era, de hecho, imparable, y con siguieron sendos dobletes los dos años siguientes, a los que Moser añadiría una tercera victoria en 1980, completando un triplete consecutivo inédito desde hacía casi ochenta años. Pero claro, todo quedaba un poco deslucido después de la “compra” a De Vlaeminck, y la sensación de que su máximo rival trabajaba mansamente para él.
Easy AdSense by UnrealFrancesco Moser, triplete
En 1981 Roger de Vlaeminck volvía a ser segundo en Roubaix, pero esta vez por detrás de un auténtico monstruo como era Bernard Hinault. El bretón había declarado siempre que la París Roubaix era una carrera de mierda, algo indigno, pero que la correría algún día para ganarla y demostrar a todo el mundo que también podía dominar a los adoquines. Dicho y hecho, el bretón corajudo se presenta en la salida de Compiegne en 1981 dispuesto a llevarse por delante cualquier cosa que le separe de la victoria. Sufre caídas, percances, pìnchazos e incluso hay una foto legendaria de él corriendo, bici al hombro, por entre el público en un tramo de pavé. Pero nada le detiene y vence en el velódromo con un sprint imperial de más de 200 metros ante un admirado Roger de Vlaeminck. Demostrado que podía con esta prueba nunca más volvería a correrla, aunque dejaría alguna otra exhibición de su fuerza en los pavés del Tour de Francia. Es, aun hoy, el último vencedor del Tour de Francia que ha triunfado también en la París Roubaix.