Leyendas de Toledo, Carlos y Galiana

Por @asturiasvalenci Marian Ramos @asturiasvalenci
Cuenta la leyenda que a las afueras de Toledo y al lado del río Tajo se alzaba un bellísimo palacio donde vivía la princesa Galiana.Corrían tiempos en los que la ciudad estaba dominada por los musulmanes. Su rey, llamado Galafre, era también el padre de la mora GalianaLa obsesión de Galafre fue siempre mantener a su única hija alejada de las murallas de la ciudad, por eso, mandó construir este palacio a orillas del río buscando también una protección y aislamiento natural.

La belleza de Galiana fue aumentando con la edad y se rumoreaba en Toledo que, tanto los caballeros musulmanes como cristianos que lograban verla, se quedaban prendados de su hermosura. Pero bien decían todos que no solo era por la perfección física si no que Galiana irradiaba sabiduría y bondad.La princesa era una joven que tenía unos bonitos cabellos largos y morenos; unos ojos negros como el azabache y una tez morena. Rasgos orientales para una joven que luchaba en su interior contra muchas de las creencias que le habían impuesto.Porque no solamente se dedicaba a pasear por aquellos hermosos jardines del interior del palacio, ni se dejaba embellecer por sus damas de compañía si no que gustaba escuchar y aprender de los hombres sabios que tenían en la corte. Sobre todo, era una apasionada de las matemáticas y la astronomía. Y aunque a Galiana no le faltaba nada, siempre se la veía triste y sola. Únicamente buscaba la compañía de una de   las damas que se había convertido en su más fiel amiga y confidente. Esta joven también era mora y se llamaba Geloria.Galiana no era feliz. Necesitaba ser amada.Su padre intuyendo el mal que ella no había querido confesar optó por buscar un buen pretendiente para que la sanara en amores…pero que también garantizara una vida llena de riqueza y prosperidad.El elegido fue otro musulmán, el gobernador de Guadalajara, Abenzaide.Decían que era un hombre muy terco y con un genio muy acusado. Malhumorado casi siempre, la gran mayoría de amigos le habían ido abandonando. Pero este caballero tenía grandes posesiones de tierras y palacios lo que atraía a Galafre que siempre se había mantenido al margen de las sensiblerías y tonterías que demostraban todas las mujeres. También Galiana, su hija.Así que un buen día, Galiana se vio comprometida con un hombre al que no amaba y sin haber sido consultada por su querido padre.La tristeza y soledad de la joven se incrementaron a partir de aquel momento tanto, que algunos sabios de la corte estaban convencidos que padecía una enfermedad muy grave.Y más se tornaba cuando Abenzaide realizaba las visitas de rigor para verla.Y aunque ella estaba convencida de que su rostro hablaba lo que ella no mencionaba, el caballero musulmán no daba muestras de ninguna preocupación. Al contrario, sus relatos giraban siempre en torno a las batallas vencidas y su valor y ferocidad contra el enemigo.No existía un ápice de cariño o dulzura en la mirada de Abenzaide. Su voz no temblaba si ella lo miraba ni su cuerpo se estremecía si Galiana daba paseos o se sentaba al lado de alguna fuente. Era frio, calculador y dominante. Siempre marcaba los tiempos y las conversaciones. Y con esa conducta era muy difícil que Galiana intentara amarle.Pero quiso el destino que ocurriera un hecho que iba a cambiar la vida de muchos toledanos.Un buen día, Galafre recibió a un mensajero que pedía asilo y discreción para un caballero cristiano y algunos de sus hombres más fieles. Habían tenido que huir de Franciay se encontraban escondidos en algún lugar de Navarra.Si bien saber el por qué, el rey musulmán acogió a estos caballeros franceses a los que, al principio, mantuvo escondidos y alejados de la vida diaria de Toledo.Estos nuevos inquilinos del Palacio de Galiana fueron alojados en un extremo del castillo alejados de las salas y jardines por donde paseaba Galiana.Cuando se repusieron de la fatigosa huida que tuvieron que soportar, Galafre mandó llamar a Carlos que era el señor de todos ellos. Quería saber de qué habían tenido que huir y quién era él.“Me llamo Carlos y soy caballero francés y cristiano. Mi padre era el rey de Francia Pipino el Breve. Mi madre, la princesa de Hungría, Berta.Pero para que yo naciera tuvieron que ocurrir una serie de hechos muy desgraciados que casi llevaron a la muerte a mi madre.Al parecer, existía mucha envidia y celos en la corte de mi padre. En la noche de bodas entre Pipino y Berta, mi madre fue suplantada por una hija de una de las damas de la corte. A mi madre, Berta, la engañaron diciendo que mi padre no se encontraba bien para que no acudiera a su lecho. Aliste, que así se llamaba la mujer que suplantó a Berta se parecía mucho a mi madre. Y mi padre, entre la oscuridad del dormitorio, la pasión encendida y el efecto del alcohol, no fue capaz de darse cuenta del engaño.Faltaba poco para que amaneciera cuando la madre de Aliste alertó a Berta de que su marido estaba pasando la noche de bodas con otra mujer.Supo encender los ánimos de mi madre a la cual le dio un cuchillo y la empujó hasta la puerta del dormitorio para que viera lo que estaba ocurriendo.Cuando mi padre la vio aparecer con un arma, pensó que era Aliste que estaba muerta de celos y quería matar a los dos. Así que ordenó que inmovilizaran a mi madre.Decidió el castigo: la debían abandonar en lo más profundo del bosque para que no pudiera encontrar el camino de vuelta.Pero Berta tuvo suerte y fue muy bien acogida por la familia de un campesino.De aquella noche de bodas nacieron mis dos hermanastros: Rainfroi y Heldrí.Cuando mi abuela se enteró del nacimiento de los que creía sus nietos, acudió a Francia decidida a pasar unos días con su hija Berta.Pero dicen que una madre reconoce incluso a ciegas a sus hijos. Y enseguida se dio cuenta de que aquella mujer que se hacía pasar por la esposa del rey no era su hija.Horrorizado el rey Pipino del engaño que él mismo había alimentado por no haberse dado cuenta de que aquella no era su mujer, ordenó enviar a Aliste al Monasterio de Montmatre. A la dama conspiradora le esperaba un castigo peor: morir en la hoguera.Entonces, mi padre ordenó buscar a mi madre por el bosque donde la habían abandonado. Nadie sabía si seguía viva o no.Y quiso la fortuna que en una cacería, mi padre se desviara de la zona de paso para encontrar unos campos cultivados en un pequeño valle.Y allí estaba Berta. Llevaba una pequeña cesta apoyada en su cintura donde iba dejando los racimos de uva que iba cortando.Mi madre siempre sonreía cuando me decía que el encuentro con mi padre fue muy apasionado y que las uvas fueron aplastadas por sus cuerpos extrayendo el jugo…antes de tiempo.Pero mis hermanastros nunca perdonaron todo aquello. Viví una infancia muy difícil pues siempre se estaban burlando de mí. No solo les encantaba pegarme si no que disfrutaban desprestigiándome y acusándome de todas las fechorías que ellos cometían.Y lo que peor llevaba es que a mi madre no la tenían ningún respeto ni obediencia. Vi como entre ellos nacía una complicidad muy peligrosa que no podía acabar en nada bueno…Y así ocurrió. Ávidos de gobierno, cuando tuvieron la edad suficiente comenzaron a buscar complicidades entre los miembros de la corte. Y una mañana, Pipino y Berta aparecieron muertos en la cama. Supongo que fueron envenenados durante la cena. Mi hermano mayor subió al poder ayudado por aquellos miembros del reino que les apoyaban. A mí me encerraron en los calabozos.Evidentemente yo era un peligro para la estabilidad de su reino y no hizo falta que mis amigos más fieles me avisaran que corrían rumores de que pensaban acabar también con mi vida.Ayudado por muchas personas que creían en mí una noche pude escapar del castillo con mis más fieles caballeros. Llevábamos armas y provisiones para una largo camino de huida hacia España.Después de cruzar los Pirineos encontramos un buen escondite entre los bosques navarros. Allí vivimos durante un tiempo informándonos de lo que acontecía por los diferentes reinos de la Península hasta que me fijé en Toledo. Y pensé que esta era una buena tierra para comenzar una nueva vida”.Escuchada la historia de Carlos, Galafre supo que este caballero y sus amigos le iban a ser de gran utilidad para resolver los conflictos que tenía en su reino.Así que, a cambio de alojamiento, comida y lealtad los caballeros se enfrentaron a pequeñas batallas que supieron ganar sin dificultad. Demostraron ser valientes y decididos. Y Carlos sorprendió a todos por su destreza al manejar sus armas.Todos en Toledo comenzaron a admirar a Carlos.Mientras tanto, y alejada de todo lo que acontecía en el exterior, Galiana seguía recluida entre las habitaciones y jardines del palacio.De vez en cuando recibía la visita de Abenzaide que lo único que conseguía era que incrementara el odio hacia él. Crecía en su interior y la ahogaba por dentro.Una noche que tuvo sueños inquietos y muy extraños, Galiana sintió miedo hasta de su propia alcoba y salió corriendo hacia el jardín. Allí, descalza sintiendo el frescor de la hierba y el rumor del agua de la fuente intentó calmar su ansiedad interior.Su dama más fiel, que siempre estaba atenta a todos sus movimientos, oyó como bajaba la escalera a trompicones y salió asustada detrás de Galiana.Pero la vio sentada en uno de sus rincones preferidos y con el rostro mirando hacia las estrellas. Allí pasaron el tiempo entre confesiones y silencios. Cuando Galiana callaba dejaba la mirada perdida hacia algo que solo ella parecía ver.Otras veces hablaban de las riquezas que existían dentro del palacio y la vida tranquila que llevaban…Al parecer, fuera de allí no corrían tiempos de paz entre los habitantes de Toledo.¡Eran muy afortunadas de poder estar allí dentro! Por lo menos eso pensaba Geloria. Por eso no entendía a Galiana cuando hablaba de su padre y de Abenzaide en tono triste y quejoso.Abenzaide es un caballero musulmán muy influyente y poderoso! ¡Te colmará de regalos y joyas! ¿Qué más quieres? No entiendo tus quejas. ¡Ojalá yo encontrara a alguien como él!- le dijo Geloria con tono recriminatorio.Pero Galiana no dejó que su amiga siguiera diciendo lo que ella consideraba tonterías y la cogió fuertemente del brazo mirándola a los ojos.-No le amo. ¿Lo entiendes? ¿Es tan difícil comprender? No puedo creer que tú también pienses lo mismo que mi padre…He vivido aquí desde que nací, alejada del bullicio de la ciudad, de familiares y amigos. Ahora mi padre pretende que finalice mi vida de igual forma…Geloria rompió a llorar porque se dio cuenta de que tenía razón. Más su pesar era muy profundo porque, siendo su amiga de confesiones, no había sabido descifrar hasta aquel momento lo que le ocurría a Galiana.-Abenzaide es listo, sí; poderoso y dicen que muy valiente, pues también…Pero él nunca me ha tratado con cariño. Siempre ha sido muy brusco y tirano conmigo. Y si es así ahora que le tengo como pretendiente, ¿cómo será cuando yo sea su esposa y él se sienta dueño de mí?Geloria escuchaba a la princesa y se daba cuenta que tenía razón en todas sus sensaciones. Pero en lo más profundo de su corazón sabía que no iba a conseguir que Galafre cambiara de opinión. La imparcialidad, ansia de poder e insensibilidad de su padre le mantenían ciego ante las necesidades de Galiana.Si algo no ocurría, Galiana seguiría viviendo de la misma forma el resto de su vidaTanto afloró al exterior los sentimientos de las dos muchachas que la noche se hizo dueñas de ellas y las sumió en una dulce ensoñación.Al otro lado de los arbustos que cercaban el rincón preferido de las dos jóvenes, había estado escuchando parte de la conversación, Carlos, el caballero cristiano.El muchacho tampoco podía dormir y había salido a sentir el fresco de la noche para despejar su mente de los recuerdos que le atormentaban desde hacía algún tiempo.Cuando cruzó el patio escuchó unos murmullos que procedían de una de las esquinas del jardín. Pensando que pudieran ser de conspiradores que planeaban algo contra su señor se acercó sigilosamente sin dejarse ver.Pero no pudo dejar de escuchar la conversación de Galiana y su dama porque él también se había fijado en la muchacha. Sin embargo, siempre había querido mantenerse al margen porque estaba prometida con un gobernador árabe.Ahora que conocía que Galiana no amaba a Abenzaide sabía que era el momento para declararle su amor. Salió de su escondite y se arrodilló ante la princesa musulmana. Y frente a ella, con una mirada que surgía desde el alma y unas palabras que fluían desde su corazón se dejó llevar por el aroma dulce de su piel. Su presencia hizo estremecer a Galiana que sintió una explosión de sensaciones que la recorrían por completo. Notaba que cada zona de su piel se erizaba por momentos. Galiana se quedó sin habla. No era capaz de pronunciar palabra. Sin embargo, en su mirada había surgido aquel brillo especial que nunca había demostrado a nadie.Tomó aire y lo volvió a expulsar mientras que Carlos seguía envolviéndola con palabras dulces. Quería ser consciente de que estaba viviendo una realidad y no uno de los sueños de una noche más.Y sin darse cuenta, Galiana comenzó a amar a Carlos. Nació entre ellos un profundo y sincero amor repleto de complicidad durante algún tiempo.Evidentemente, solo Geloria conocía aquella situacióny supo ayudar a los dos a mantenerla en secreto.Al terminar una campaña militar Abenzaide volvió a Toledo para acudir al palacio y ver a Galiana. Más bien lo intentó, porque cuando solicitó a Geloria que avisara a Galiana de su presencia en el palacio, la muchacha con mucho valor le contestó:-Galiana ya no desea verte más. Pide que no vuelvas al palacio ni solicites su mano para casarte con ella. Sabe que no te quiere y así desea hacértelo llegar- dijo la amiga fiel de la princesa.Geloria tuvo que soportar el arranque de ira que Abenzaide tuvo. Dejó que hablara. Parecía que lo hacia el propio diablo que se había apoderado de él. Después de proferir amenazas y difamaciones se despidió y se marchó.Orgullo herido. Era la primera derrota que había sufrido en su vida y además, no en un campo de batalla. Estaba decidido a que aquello no podía terminar como Galiana deseaba.Solo hicieron falta unos días para que Abenzaide recibiera una carta donde Carlos le retaba a un duelo a muerte por el amor de Galiana. El vencedor se quedaría con ella.Corrió la noticia por todo Toledo. La gran mayoría de sus habitantes declaraban abiertamente su simpatía a Carlos más cuando sabían que Galiana estaba enamorada de él y se la veía feliz.Se preparó el campo de batalla en una explanada a las afueras de Toledo. Eligieron un lugar muy amplio porque se esperaba gran afluencia de espectadores.Musulmanes y cristianos acudieron aquella mañana al lugar acordado. Caía un sol implacable. En el palco se hallaban sentados el padre de Galiana, la propia muchacha y su amiga Geloria.En el centro del campo, los caballeros montados en sus caballos portando lanza, espada y daga. Ya en el primer enfrentamiento se pudo ver el odio que existía entre los dos pues el golpe fue tan brutal que las dos lanzas se partieron y quedaron inutilizadas.A partir de aquel momento se enzarzaron en un cuerpo a cuerpo que levantó una gran nube de polvo y piedras que impedía ver lo que ocurría. Y cada vez se hacía más densa…Solo se podía escuchar las maldiciones, los chillidos de dolor y el ruido metálico de las espadas al chocar entre ellas.Y de pronto, a un grito estremecedor le siguió un golpe sordo como de un cuerpo que caía en tierra. Silencio.Todos miraban a Galiana que se encontraba muy pálida, con los ojos cerrados, el rosto perlado por el sudor y recostada sobre el hombro de su amiga. Parecía que iba a perder el conocimiento de un momento a otro.Y cuando la nube de polvo comenzó a dispersarse apareció la imagen que casi todos deseaban ver. Carlos se hallaba sentado en la tierra con su espada manchada de sangre. Abenzaide yacía a su ladoCarlos se llevó a Galiana a Francia. Antes que se celebrara la boda, la muchacha musulmana se convirtió al cristianismo. Después de acudir a combatir contra los sarracenos que habían sitiado Roma, Carlos fue nombrado emperador de Francia. El futuro emperador de Occidente porque este caballero cristiano fue el gran Carlomagno.Su amor con Galiana concedió un heredero al trono de Francia, Ludovico.

Pero sigue contando la leyenda que Carlomagno llegó a tener cuatro esposas que le dieron once hijos y varias amantes con las que tuvo cinco hijos más, eso sí, de los llamados bastardos…