Nos cuenta la leyenda que Jaime I de Aragón tuvo un engendramiento repleto de misterios, complicidades, traiciones y venganzas.
El que fuera su padre, el rey Pedro II de Aragón era un hombre muy dado a los placeres humanos.Hombre muy mujeriego que, además, gustaba hacerlo público. Estaba casado con María de Montpellier. Una mujer que había arrinconado en su alcoba debido a sus pasiones amorosas con las hermosas doncellas de la corte.Pero como era cuestión de estado que la pareja tuviera descendencia para el trono, uno de los caballeros que defendía a la reina comenzó a tramar un plan.Presentó su idea a la reina humillada…Aunque la mujer, muy enamorada de su rey, no se iba a sentir muy cómoda con lo que le proponía su consejero, María de Montpellier, aceptó.Y ocurrió que el rey Pedro de Aragón II, recibió una carta amorosa de una de sus doncellas, citándolo en la alcoba de uno de sus palacios.Aceptada la cita por parte del rey, solo quedaba preparar a la reina como una doncella amante. De esto se encargaron sus damas. La bañaron en espumas olorosas, frotaron su cuerpo con aceites aromáticos y la vistieron con una túnica traslúcida. El pelo suelto y sedoso sobre su espalda y los labios con sabor a fresas silvestres.La alcoba en penumbra. La reina acicalada lo esperaba en la cama…El rey poseído por la pasión le dio a la reina todo lo que no le había querido proporcionar hasta aquel momento…Y cuentan que de esta noche de frenesí, los reyes engendraron al futuro Jaime I de Aragón. Uno de los principales héroes de la Reconquista.
Para elegir el nombre del primogénito, María de Montpellier, encendió doce cirios a los que dio el nombre de los apóstoles. La vela que se apagara la última sería la que nombrara al hijo recién nacido. Jaime tuvo una infancia muy desgraciada. Su padre, Pedro II de Aragón, los abandonó. Más tarde, María de Montpellier falleció dejando a Jaime completamente solo.El niño pasaría a estar tutelado por uno de los más fervientes enemigosde la familia. Sin embargo, el muchacho ya apuntaba un carácter valiente y vencedor. Siempre estuvo a favor de ir conquistando tierras que poseían los musulmanes. Quiso asaltar Peñiscola aunque de esta batalla salió muy mal parado ya que se vio solo en la contienda: ni aragonesesni catalanes apoyaron su causa.
Y aunque derrotado no perdió nunca su esperanza de conquistar una plaza que era su obsesión: Valencia.Tardó quince años en conseguirla. Realizó movimientos estratégicos, ganó pequeñas batallas avanzando hacia la ciudad musulmana…De su pasión por conquistar Valencia surgieron dos hermosas leyendas:
La leyenda del murciélago (Rat Penat)Cuenta la leyenda que, habiendo conquistadoya El Puig (un enclave muy cercano a las murallas de Valencia), las huestesde Jaime I de Aragón acamparon por un tiempo en este lugar elevado.
El rey Jaime I y sus tropas estaban ayudados por catalanes y aragoneses.Era una noche tranquila y muy oscura. No había luna que alumbrara el campamento. Dicen que, en el silencio de la noche, se escuchó un ruido muy extraño al lado de la tienda donde dormía Jaime I. Uno de los vigías despertó enseguida al rey para comentarle lo que había escuchado. Y éste, movido por la intuición, mandó levantar a todos los soldados para que se situaran en sus puestos de combate.Cuentan que un caballero que vigilaba uno de los accesos al campamentocomenzó a gritar avisando que se acercaban a ellos tropas musulmanas.Una batalla sangrienta y cruenta que produjo tantas bajas a los moros que tuvieron que batirse en retirada hacia la ciudad de Valencia.Recuperada la normalidad, el rey Jaime I quiso saber que había sido aquel ruido que los había “alertado”.Buscando algunos caballeros por las inmediaciones de la tienda real descubrieron que había sido un murciélago. Al parecer, este animal, había estado chocando su cuerpo contra un tambor y en su vuelo enérgico había tirado varias armas a tierra lo que había provocado un gran estruendo.Jaime I de Aragón ordenó colocar al murciélago en la parte central del escudo de Valencia. Y allí sigue estando en nuestros días.
La leyenda de las trescientas doncellasSeguían pasando los días en el campamento del rey Jaime I de Aragón. Se planificaba el ataque a la ciudad de Valencia para arrebatársela a los musulmanes.
Pero Jaime I no se hallaba muy confiado con el resultado de esta nueva batalla. Algo que se había convertido en una auténtica obsesión.Su idea no le abandonaba ni un momento. Noche y día soñando con conquistarValencia. Así que, después de pensar alguna estrategia que le ayudara en su empeño, citó a todos los capitanes de sus tropas y de las huestes catalanas y aragonesas.Muy sorprendidos por este llamamiento inesperado, los caballerosya pensaban que de nuevo se iba a cambiar la estrategia acordada para la invasión.Pero estaban muy lejos de la verdadera pretensión del rey.Jaime I había decidido motivar a sus caballeros con un reconocimiento muy especial: se comprometía a conceder a los primeros soldados que entraran en la ciudad amurallada, el privilegio de ser los primeros pobladores cristianos de la Reconquista.
Les prometió traer muchachas del lugar de origen de cada uno para casarlas y, además, les otorgaba monedas y tierras para poder vivir.Los capitanes se encargaron de hacer llegar esta proposición a todos los soldados del campamento. Una noche preparándose para el ataque al amanecer. Y al alba llegaban a la ciudad de Valencia las tropas de Jaime I de Aragón. Una de las batallas más sangrientas y violentas que el rey había vivido nunca. Hubo cientos de heridos y muertos. Incluso, cuentan que, Jaime I se arrancó una flecha clavada en su frente.Con la tierra teñida de sangre y de cuerpos inertes y mutilados, decidieron comenzar a dialogar ambos bandos.Y de pronto, el caballero que portaba el estandarte subió a la torre del Temple para colocarla en lo más alto y mostrar a todos que Valencia ya era cristiana. Después de largas fiestas para conmemorar la victoria, el rey Jaime I se interesó por conocer quiénes habían entrado primero en la ciudad amurallada.Resultaron ser tres soldados de Lérida que, a golpe de pico, habían logrado abrir un hueco en la muralla para que los demás pudieran entrar.El rey mandó traer a trescientas doncellas de Léridapara casarlas con trescientos de sus soldados.
Ofreció ser padrino de siete enlaces. Les otorgaría monedas y tierras.Las muchachas que se trasladaban de Lérida a Valencia se entretenían con conversaciones entre ellas. Se imaginaban cual iba a ser el caballero que las desposaraSi el rey Jaime I de Aragón hubiera escuchado, las habría tenido en cuenta a la hora de elegir los matrimonios. Pero no lo hizo…-Yo quiero un hombre rubio, alto y con los ojos claros. Que sea muy valiente y decidido en la batalla pero muy dulce y tierno conmigo- dijo la muchacha más hermosa.-Pues a mí no me importa que sea rubio o moreno ni alto o bajo. Solo quisiera que fuera honesto- comentó la más bajita y regordeta.-¡Si es honrado pero no es valiente en la guerra y no gana riquezas por ello no vivirás en abundancia ni te halagará con lujosos regalos!- Exclamó una de las doncellas más risueñas y alegres.-Si es guapo y rico tendrá muchas muchachas que lo pretendan y te abandonará- sentenció la más joven del grupo.-Pues yo me merezco un caballero atractivo, inteligente y fuerte. Que me engalane de cariño y regalos. Yo sé leer y escribir y no puedo desear un compañero de menor condición.-¿Y si no te es fiel?- preguntó otra de las muchachas menos agraciadas del grupo.-¡Qué más me da! ¡Si tengo lujo y no me falta de nada que se vaya con quien quiera!-¿Y a eso le llamas tú amor?- preguntó una de las muchachas que presentaba un rostro cansado y una mirada trist0na.-¡No soñéis tanto! Cuando lleguemos a Valencia, el rey dispondrá.- Les dijo la que parecía más inteligente de todas.Una vez en la ciudad y después de haber descansado del viaje, las siete muchachas fueron preparadas para ser presentadas ante Jaime I de Aragón.
Fueron bañadas entre pétalos de rosa y fueron vestidas como verdaderas princesas.Pero ellas tenían mucho miedo. Un temor que iba a ser justificado unas horas más tarde.El rey Jaime I, muy alejado de las pretensiones amorosas de cada muchacha, organizó las parejas por una extraña regla de compensación: a las más hermosas las unió con los caballeros menos agraciados y, además, no les concedió buenas tierras.
Sin embargo, las doncellas menos agraciadas físicamente fueron emparejadas con los caballeros más atractivos. Y a estos matrimonios se les concedió muy buenas tierras.
La mayoría de las muchachas se sintieron muy indispuestas por el mandato del rey. Había roto de un plumazo muchos sueños anhelados.
Y cuenta la leyenda que pasados siete años después de celebrarse los matrimoniosen la Catedral de Valencia, el rey Jaime I, preguntó a uno de sus consejeros qué era de los matrimoniosque él había apadrinado.Y el consejero le contestó que todos habían tenido descendencia pero que se rumoreaba que ninguno de ellos era feliz.-¿Ninguno? ¡No lo entiendo!- dijo pensativo el rey.En la pretensión de querer compensar la falta de belleza física con donaciones materiales no se había dado cuenta que también era fundamental el sentimiento de cada un0 de ellos.
Y quiso saber con certeza cuantas parejas se sentían felices de verdad. Para ello ofreció una lámpara de plata decorada con piedras preciosas a aquellos que declararan que eran felices en su enlace…Pero pasaron tres años y la lámpara prometida seguía expuestaen la Catedral de Valencia sin que ninguno de los siete matrimonios así la reclamara.El rey Jaime I de Aragón había sabido interpretar muy bien las batallas y las estrategias de los musulmanes, sin embargo, no había entendido los sentimientos del corazón...Estos siete matrimonios son los que se hallan representados en la Puerta del Palau de la Catedral de Valencia.
Son las imágenes de los catorce primeros pobladores cristianosde la Reconquista. Sus nombres eran: Pedro y María; Guillén y Berenguela; Ramón y Dulce; Francisco y Ramona; Bernardo y Floreta; Beltrán y Berenguela; Domingo y Ramona.
La leyenda de las marcas de la Catedral de ValenciaEn la Puerta del Palau de la Catedralde Valencia, la más antigua de todas, existe en su parte derecha unas enigmáticasmarcas realizadas en la piedra que han originado varias leyendas.
Aunque los historiadores defienden que se trata de las marcasde los canteros que participaron en la construcción de la catedral existen bonitas leyendas que el pueblo valenciano se encargó de crear y transmitir.En una de ellas se cuenta que estas líneas las fueron realizando los caballeros que, antes de acudir a la batalla, iban a orar a la catedral. Después pasaban su espada por la piedra como símbolo de pedir perdón por las muertes que su filo iba a causar.
Otra de las leyendas contaba que estas líneas las habían hecho los mendigos con sus navajas contando las limosnas que los fieles les iban dando.Incluso otros atribuyen estas marcas a la costumbre que habían adquirido los niños que jugaban en la plaza. Iban allí a afilar su peonza.La más terrible de todas las leyendas se le atribuye al propio diablo. Y es que cuentan que fue el demonio envuelto en ira el que, con sus garras, marcó la piedra al verse incapaz de violentarel interior de la Catedral de Valencia…Si te apetece...podemos realizar un recorrido por el casco histórico de Valencia.
Si me quieres acompañar a la Lonja de Valencia, pincha aquí.
Podemos, también, visitar el Miguelete y ver Valencia desde las alturas. Pincha aquí.
O fotografiar el esplendor de la época aristocrática valenciana en el palacio del Marqués de Dos Aguas. Pincha aquí.