Líbano y Turquía, dos vías de escape del conflicto sirio

Publicado el 10 octubre 2016 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

La huida masiva de refugiados desde que la guerra civil estalló en Siria en marzo de 2011 está afectando intensa y principalmente a Líbano y a Turquía. Este artículo muestra las consecuencias derivadas del conflicto para ambos países según sus diferencias geográficas, históricas, religiosas y políticas, así como las similitudes que comparten. 

Puntos de inicio: diferencias geográficas

La evolución del conflicto civil en Siria que estalló en marzo de 2011 provocó una huida masiva y continuada de ciudadanos. Movidos por la desesperación y escapando de la inseguridad, del terror creciente en el país y de la falta de recursos, trataban de encontrar asilo en países vecinos, en especial el Líbano y en Turquía, que son, a la postre, los que más han sufrido las consecuencias de tal diáspora. Pero ¿cómo han respondido ambos países al flujo migratorio?

De acuerdo con los datos proporcionados por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en Turquía hay 2,7 millones de personas registradas como refugiados procedentes de Siria. Esta cifra, que data del 30 de junio de 2016, se ha triplicado en apenas dos años. En Líbano, en cambio, el número de migrantes sirios ha disminuido levemente con respecto a 2014. Entre otras cuestiones, estas oscilaciones se deben al cierre de la frontera libanesa por parte de las autoridades locales. La medida, que entró en vigor el 5 de enero de 2015, afecta a todos aquellos ciudadanos sirios que no dispongan del visado oportuno, lo cual ha supuesto violaciones patentes de los derechos humanos.

Refugiados sirios registrados en Líbano en los años 2012, 2013 y 2014. Fuente: UNHCR vía ReliefWeb

Según las diferencias geográficas y demográficas, es Líbano el país que sufre más intensamente las consecuencias sociales y económicas de la llegada masiva de refugiados. Tanto es así que más de un 23% de la población libanesa se considera refugiada, mientras que en Turquía, uno de los países más poblados de Oriente Próximo, esta proporción se sitúa en torno al 3,6%.  Además, aunque sean las poblaciones más cercanas a la frontera turca las que absorben en primera instancia el trasiego de refugiados, los efectos del fenómeno se reparten por todo el país. Líbano, por su parte, se ve afectado prácticamente en su totalidad, pues es el Estado más pequeño de la zona, con una extensión 75 veces menor que la de Turquía.

Principales destinos de los refugiados sirios. Fuente: El País

Esta primera aproximación obliga a reflexionar acerca de las diferencias geográficas, históricas y políticas que caracterizan a los dos principales países de destino de refugiados sirios. Como se trata de demostrar, tales disparidades suponen una dificultad añadida a la hora de establecer medidas adecuadas para solucionar un problema eminentemente humanitario y social de carácter local, pero con proyección y repercusión global.

La historia como reflejo de la respuesta social

La historia que envuelve las relaciones actuales entre Siria y sus países vecinos es un factor clave para analizar la reacción de las sociedades de acogida ante la llegada masiva de ciudadanos en busca de refugio, así como la integración de los mismos en las distintas comunidades locales.

Por una parte, las relaciones entre Siria y Líbano han estado marcadas, desde la declaración de independencia de este último en 1948, por una serie de intereses mutuos, tanto económicos como políticos. Ello ha resultado en una mayor simpatía por parte de la población libanesa hacia aquellos sirios que escapan de la guerra, hecho que sin duda ha favorecido su integración en la sociedad.

Desde el punto de vista económico, una vez cerrada la frontera libanesa con Israel en 1948, Siria supuso la principal ruta de acceso para las importaciones y exportaciones de Líbano a otros países de Oriente Próximo. Su importante situación estratégica, lindando con el mar Mediterráneo, ha hecho del comercio una pieza clave en la economía del país, cuyos productos se han ido diversificando y adaptando a lo largo del tiempo. Además, Siria ha proporcionado a Líbano protección y seguridad contra Israel, llegando a ocupar militarmente determinados territorios locales hasta que sus tropas fueron retiradas en abril de 2005.

En su afán de conseguir el mayor poder posible en la zona, la voluntad del Gobierno sirio fue tener presencia y ejercer el control en territorio libanés, lo que interpretaban como una victoria sobre Israel. El papel de Siria durante la guerra civil libanesa que tuvo lugar entre 1975 y 1990 ayudó a forjar este poder sobre el que es el país más pequeño de la zona. Además, Siria tuvo un papel fundamental en la reconstrucción tras la guerra, tanto por sus aportaciones monetarias como por la mano de obra barata desplazada a Líbano, que ayudó a disminuir el desempleo en Siria.

Desde entonces, los sirios asentados en Líbano han convivido con la sociedad local, circunstancia que en la situación actual ha favorecido su integración. La población siria que residía en Líbano por motivos laborales atrajo también a otros miembros de la familia cuando el conflicto civil estalló en Siria. Así, la amalgama de intereses que han unido —y también enfrentado en alguna ocasión— a ambos países ha supuesto una puerta de acceso para los refugiados, que han encontrado mayor aceptación entre el pueblo libanés, a pesar del cierre de puertas decretado por el Gobierno local en 2015.

Para ampliar: “El delicado Líbano”, podcast de El Orden Mundial

Por otra parte, los acontecimientos que han marcado los últimos años de relaciones entre Turquía y Siria han provocado más agitación que contento entre ambos bandos. La disputa territorial entre ambos países por la región de Hatay, provincia más sureña de Turquía, marcó el comienzo de la rivalidad en 1938. Posteriormente, la construcción de presas y embalses en los ríos Éufrates y Tigris por parte de las autoridades turcas supuso una disminución del caudal, que también abastecía a las poblaciones de Siria e Iraq. Además, que ambos ríos nazcan en territorio kurdo tampoco favorece la resolución del problema.

El detonante de las maltrechas relaciones turco-sirias fue el apoyo por parte de Hafez al-Asad, padre de Bashar al-Asad y expresidente de Siria, al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK, por sus siglas en kurdo). Este apoyo se produjo entre los años 80 y 90, durante el conflicto kurdo en Turquía. A pesar de los intentos por mejorar las relaciones entre ambos, el estallido de la guerra civil siria truncó cualquier conato de reconciliación.

La población civil turca no olvida las hostilidades precedentes y, salvo excepciones, se muestra más reacia a la integración de los más de dos millones de sirios que durante los últimos años han buscado amparo en su país. Aunque no siempre es cierta, la percepción social en la población turca sobre los refugiados sirios es que han contribuido a aumentar la pobreza y que su presencia afecta negativamente a la economía del país. La disminución de puestos de trabajo, la existencia de mano de obra barata, así como el incremento de precios en los productos básicos o el aumento de la violencia callejera, son algunos argumentos esgrimidos por la población turca para explicar su animadversión por los refugiados.

Religión e inestabilidad: ¿términos inseparables en Oriente Próximo?

Existen dos realidades diferentes en lo que a religión se refiere en Líbano y en Turquía. La cuestión no es nueva, pues ha sido foco de disputas en Oriente Próximo y en gran parte del mundo desde tiempos inmemoriales.

La gran variedad de creencias que se pueden encontrar en Líbano ha constituido desde hace muchos años un foco de tensión y violencia en el país. Solo en el último siglo, tanto la guerra civil como los enfrentamientos con Israel han tenido como causa principal la existencia de una amplia diversidad de grupos religiosos.

La historia bélica de Líbano tiene como denominador común la tensión entre creencias proyectadas a nivel político y el protagonismo de grupos extremistas. La creación de Hezbolá en Líbano como movimiento chií radical en 1982 es ejemplo claro de ello.

Distribución de grupos religiosos en Líbano según territorio.  Fuente: BBC

Recientemente, a los numerosos campos de refugiados palestinos se ha sumado la llegada al Líbano de más de un millón de refugiados sirios, que en su mayoría se han establecido en asentamientos informales a lo largo de todo el país. A pesar de las constantes tensiones políticas internas y de la inestable situación, las comunidades cristianas y musulmanas de Líbano han acogido a la población civil siria que huye del conflicto. Todo ello gracias principalmente a los habitantes locales y a la capacidad de convivencia pacífica de la que puede considerarse como una de las sociedades más tolerantes de la zona.

En Turquía, sin embargo, la sensación de inseguridad entre la población es mucho mayor que en Líbano. Aunque focalizada en aquellos lugares donde más refugiados se asientan, las diferencias religiosas entre sirios suníes y turcos alauíes provocan una percepción negativa que en muchos casos es foco de conflicto. Tal percepción se acentúa con las actividades criminales llevadas a cabo por aquellos refugiados que no encuentran otra salida ante las dificultades económicas que atraviesan.

Porcentaje de población siria en Turquía por provincias. Fuente: OMS vía ReliefWeb

Asimismo, la interpretación menos exhaustiva del Corán hace que los alauíes sean considerados infieles por parte de la población suní. Por su parte, en numerosas ocasiones los alauíes han estado relacionados con grupos chiíes, lo que implica un mayor enfrentamiento. Por todo ello, el temor a un ataque terrorista es constante, sobre todo en las ciudades más próximas a la frontera con Siria, donde a su vez más población alauí y más refugiados se concentran.

Tales hechos demuestran que la integración de los refugiados sirios en la sociedad turca es más compleja que en Líbano debido a las diferencias religiosas entre ellos y a la mayor tolerancia de la sociedad libanesa.

La situación política como agravante

El complejo contexto político en el que se encuentran ambos países hace que ni Líbano ni Turquía sean el escenario ideal para recibir a decenas de miles de personas que llegan en condiciones delicadas. Aun así, se observan también ciertas diferencias, principalmente por parte de la población civil, a la hora de afrontar la situación.

Líbano se define como una democracia consociativa en la que el sistema político es confesional. Encuentra su fundamento en un modelo de poder compartido donde debe haber una representación proporcional de los diferentes grupos religiosos. Así, el presidente de la república debe ser cristiano maronita; el primer ministro, musulmán sunita, y el presidente del Parlamento, musulmán chiita.

A pesar de considerarse uno de los Estados más democráticos de la zona, existen dudas acerca de la veracidad de su estatuto como Estado de Derecho debido a la violación de varios preceptos de su Constitución. Además, como consecuencia de los enfrentamientos sectarios actuales y la falta de acuerdo político, el país se encuentra sin presidente desde mayo de 2014. Los altos niveles de corrupción —ocupa el puesto 123, de 168 países, en el índice de percepción de corrupción— provocan prácticas monopolísticas y clientelismo, que conviven con un aparato gubernamental lento y no lo suficientemente cualificado.

Papel de Hezbolá en la región durante el año 2016. Fuente: Bicom

Por si fuera poco, la importante participación de Hezbolá tras el estallido de la guerra civil en Siria ha incrementado las tensiones entre prosirios —normalmente musulmanes chiitas— y antisirios —en su mayoría musulmanes sunitas—. El riesgo de atentado aumenta con la participación en el conflicto de este tipo de grupos extremistas, porque, aunque su actividad no ha vuelto a ser tan intensa como en verano de 2013, su existencia sigue siendo parte de la realidad libanesa.

Por su parte, la situación política en Turquía no es mucho más tranquila. En los últimos meses, se ha convertido en escenario de numerosas revueltas y ataques terroristas, que, tras el fallido golpe de Estado que tuvo lugar el 15 de julio de 2016, han provocado numerosas detenciones de profesionales, académicos y militares, la destitución de funcionarios públicos, así como el cierre de empresas públicas y privadas. La prensa —y con ella la sociedad internacional— se hace eco de los abusos perpetrados por parte de oficiales fieles al presidente Recep Tayyip Erdoğan.

De este modo, la considerada república democrática y constitucional turca se ha convertido de facto en un régimen autocrático donde las decisiones —más allá de la ley— se encuentran supeditadas a la voluntad y discrecionalidad de su máximo representante. Este contexto ha sido aprovechado por parte del PKK para incrementar su actividad terrorista.

El cierre de la frontera turca con Siria ha traído consigo más problemas que soluciones. Organizaciones no gubernamentales que trabajan en la zona han advertido de tiroteos por parte de las autoridades turcas hacia aquellos que intentan cruzar la frontera. Como resultado, se han levantado nuevos campamentos en ese punto fronterizo justo antes de entrar a Turquía, donde el autodenominado Estado Islámico está actuando mediante ataques continuados.

Una vez más, son los refugiados sirios en Turquía quienes pueden verse más afectados por la inestable situación, en este caso política, que atraviesa el país. Esta idea se ve también plasmada por la creciente voluntad de los refugiados de huir hacia Europa utilizando Turquía como puerta de acceso. Además, el país ha sabido aprovechar su favorable situación geoestratégica para firmar en marzo de 2016 un discutido acuerdo con la Unión Europea. A través de este, se intercambian fondos para la asistencia a los refugiados en Turquía y se eliminan los visados de los ciudadanos turcos para entrar en el continente, todo ello a cambio de la devolución de refugiados que pisen suelo europeo.

A pesar de la amenaza terrorista bajo la que viven ambos países, Líbano parece manejar la situación con cierta estabilidad, sobre todo por parte de su población civil, que no se ve envuelta de un modo tan directo en las irregularidades y corruptelas de su clase política.

Legalidad y economía: puntos de encuentro

Las diferencias históricas, culturales y políticas entre ambos países también provocan disparidades visibles en la convivencia entre la población local y aquellos que huyen del conflicto armado sirio. A pesar de ello, el marco legal y económico al que se enfrentan los refugiados resulta similar.

Respecto al primero de ellos, no solo es importante no confundir al refugiado y al migrante, sino que, una vez un refugiado entra en cualquiera de los países, puede ser considerado de formas muy diversas. Existe el deber de acudir al registro gubernamental, pero también la posibilidad de registrarse en las listas de ACNUR, en el caso de Líbano; pertenecer a un registro u otro concedería al solicitante diferentes derechos. El papel de ACNUR en Turquía es, en cambio, de mera asistencia técnica. De igual manera, también es diferente obtener un permiso de residencia en el país de acogida.

El estatus de protección temporal en Turquía o el denominado estatus legal limitado en Líbano, así como los diferentes registros mencionados, acaban suponiendo una disminución en la garantía de los derechos fundamentales de los refugiados. Los costes asociados a estos trámites son, en la mayoría de las ocasiones, inasequibles para la inmensa mayoría de familias, que viven bajo el umbral de la pobreza y se ven abocadas a renunciar a la educación de los más pequeños, a los servicios sanitarios o a encontrar un trabajo más allá del mercado negro, entre otros.

Los efectos sociales de los refugiados en los países de acogida se ven también potenciados por los problemas económicos derivados de la entrada masiva de población civil. Precisamente, la lucha por un puesto de trabajo causa malestar en las zonas de mayor pobreza; la búsqueda de viviendas por parte de familias sirias incrementa el precio de estas, también para los nacionales; se incrementan los precios de los bienes más básicos al crecer la demanda; se colapsan los servicios públicos, principalmente la educación y la sanidad…

Así, aunque las relaciones sociales y la integración en Líbano parecen más estables y sencillas, los problemas del día a día de los refugiados son similares en ambos países, pues deben hacer frente a multitud de dificultades, tanto económicas como legales. La realidad invita a pensar que no hay una solución única para un problema de tal magnitud.

Las soluciones ad hoc según el país, la provincia e incluso el campo de refugiados concreto parecen la forma más apropiada de abordar la situación. Sin duda, esto conlleva unos costes elevados tanto en políticas públicas como en ayuda humanitaria que, posiblemente, ni los Gobiernos turco y libanés ni la Unión Europea ni las principales ONG están en disposición de asumir. Por ahora, deberán ser las soluciones pasajeras, como la tarjeta monedero —entregada ya a muchos refugiados de manos de ONG—, las que permitan a las familias abastecerse de acuerdo con sus necesidades, permitiéndoles, al menos, obtener el sustento básico para sobrevivir en el día a día.