El 21 de septiembre de 1936, el Ejército de África llegó a Maqueda, a 72 kilómetros de Madrid. Ante Franco se abrían dos posibilidades: seguir en línea recta hacia Madrid o progresar por el valle del Alberche hacia el Escorial, desbordando por el flanco a los combatientes republicanos de la sierra y, una vez hundido el frente de la sierra, lanzarse sobre Madrid en unión de las tropas de Mola.
El primer plan era más arriesgado, aunque podía resultar contundente contra un enemigo desmoralizado y en retirada, como eran los republicanos en esos momentos. El segundo plan resultaba mejor y más seguro desde un punto de vista estratégico. Franco no escogió ni el primero ni el segundo; optó por desviarse hacia Toledo para liberar el Alcázar. Desde un punto de vista estratégico, algo tan lógico como reventarse una espinilla en la nariz a ladrillazos.
Creo que Carlos Blanco Escolá acierta cuando señala que la razón del parón de Maqueda y el subsiguiente desvío a Toledo fue política. Franco no quería entrar en Madrid como un mero primus inter pares. Su gran baza era el Ejército de África, pero esa baza sólo podía jugarla mientras hubiese guerra. Era razonable pensar que la caída de Madrid comportaría el final de la República y de la guerra. Franco quería entrar en Madrid como el Generalísimo indiscutible del bando nacional, es decir, alcanzar una posición de preeminencia tan importante que nadie pudiese discutir su liderazgo cuando llegase la paz. No le interesaba una conquista rápida de Madrid, sobre todo si se producía antes de que su liderazgo entre los nacionales se hubiese consolidado.
El mismo 21 de septiembre que el Ejército de África se detuvo en Maqueda, los generales con mando y los miembros de la Junta de Defensa se reunieron en Salamanca y acordaron establecer el mando único, mando que recaería en la persona de Franco. El general Cabanellas, que era el Presidente de la Junta y era el único que no había votado por Franco (se había abstenido), intentó demorar los efectos de la votación. Cabanellas hubiera preferido la constitución de un triunvirato para alejar el peligro de una dictadura. En los días siguientes Nicolás Franco, los generales Kindelán y Millán Astray y el coronel Yagüe intrigarían en Salamanca, Burgos y Cáceres para consolidar la posición de Franco. La liberación del Alcázar de Toledo el 27 de septiembre fue la pieza que faltaba para que la decisión del 21 de septiembre se hiciese realmente efectiva. Ese mismo día, al anunciarse la liberación, el pueblo de Cáceres congregado en la Plaza Mayor da vivas a Franco y le llama Caudillo y salvador de España.
Que Franco era consciente del valor propagandístico y moral del Alcázar es evidente, pero pienso que ese factor tuvo un peso secundario en su decisión. Hugh Thomas dice que si Franco no hubiese hecho un esfuerzo para liberar el Alcázar y éste hubiese caído y sus defensores hubiesen sido fusilados, le habrían vilipendiado. Tal vez, pero creo que el vilipendio habría sido menor de lo que piensa Hugh Thomas. La mejor prueba es la del santuario de Nuestra Señora de la Cabeza, que resistió hasta abril de 1937 como un enclave en territorio republicano. Ahí a Franco le importó una higa el valor propagandístico y moral y el vilipendio. En los nueve meses que resistió el santuario no se hizo ningún intento serio de liberarlo.
En la decisión de Franco de desviarse hacia Toledo, a pesar del tiempo precioso que perdería, creo que jugó un papel el desprecio que sentía por las milicias republicanas, cuya ejecutoria había sido menos que brillante. Las tropas africanas habían cubierto los 42 kilómetros entre Talavera y Maqueda en sólo diez días y quitando las defensas de Talavera y Maqueda, que fueron algo más empecinadas, en ningún momento las milicias republicanas habían ofrecido una defensa efectiva. Franco tenía, pues, motivos para pensar que un retraso de unos pocos días no cambiaría las cosas.
La ofensiva sobre Madrid se reanudó el 7 de octubre, con Franco ya designado como Generalísimo de todos los Ejércitos. El desvío hacia Toledo tuvo la consecuencia perniciosa de que el frente de avance sobre Madrid se amplió y su centro de gravedad se trasladó hacia el sur. Esto supuso la necesidad de cubrir más frente con el mismo número de tropas y que a partir del 18 de octubre se renunciase al ataque sobre El Escorial y se optase por el ataque directo sobre la capital sobre un frente más estrecho. Este frente además ofrecía un tentador y extenso flanco derecho, que hubiese sido menos tentador y extenso si los nacionales hubiesen tenido Maqueda como punto de partida y no Toledo.
Los dieciséis días que transcurrieron entre el parón de Maqueda y el reinicio de la ofensiva sobre Madrid resultaron cruciales y tal vez determinaran que Madrid no cayera en 1936. Entre finales de septiembre y comienzos de noviembre, el bando republicano recibió envíos de armas y dio pasos para la constitución del Ejército popular, que posiblemente fueron los que salvaron Madrid.
Veamos: el 28 de septiembre se dan los primeros pasos para la incorporación de los oficiales milicianos al Ejército popular; el 30 de septiembre se movilizan las quintas de 1932 y 1933 y se ordena la militarización de las milicias, que en la zona centro ocurrirá a partir del 10 de octubre; el 7 de octubre se crean tres centros de instrucción para la formación de oficiales y cuadros de mando; el 14 de octubre empiezan a formarse las Brigadas Internacionales; durante el mes de octubre se constituyeron las primeras brigadas mixtas, que tendrían un papel muy destacado en la defensa de Madrid; a mediados de octubre se forma una agrupación de blindados, con tanques soviéticos recién recibidos, que empezaría a operar en la zona de Madrid el 28 de octubre; durante el mes de octubre la República recibió 16 cazas mosca, a los que el 4 de noviembre se sumaron quince más y todos ellos combatieron en Madrid a partir del 7 de noviembre…
Si el inicio del asalto final sobre Madrid hubiese ocurrido el 22 de octubre, antes de que las nuevas armas hubiesen llegado al frente y las nuevas brigadas hubiesen estado preparadas, hay muchas posibilidades de que Madrid hubiese caído. La ironía es que tal vez el Alcázar se hubiese salvado en todo caso, porque el Gobierno republicano habría tenido que concentrar toda su atención en la defensa de Madrid. Eso sí, sin liberación del Alcázar tal vez Franco no habría podido entrar en Madrid a finales de octubre como Generalísimo de todos los Ejércitos. Y eso era lo que contaba.
Fuente: http://historiasdehispania.blogspot.com.es/2007/04/el-alczar-ii-las-razones-polticas-de.html