"Queremos abarcarlo todo, hasta que nos dé algo"
Escuchado a una mujer en el parque mientras le daba vueltas (mentales) a lo que sigue.
Según la solapa del libro “Contra el amor”, su autora, Laura Kipnis, es un montón de cosas raras: Bachellor in Fine Arts (BFA) por el Instituto de Arte de San Francisco (¿?) y MFA por la Universidad de Nueva Escocia (más ¿?). Su currículum incluye cosas más normales como profesora de universidad, videoartista y escritora. Vale, videoartista no es muy normal pero se puede decir sin recurrir a siglas estrambóticas. En una nota a pie de página de “Contra el amor” escribe: “Aún está por ver si el mayor logro del feminismo ha sido la liberación de la mujer o ha sido redistribuir la sumisión femenina más equitativamente entre los géneros”. A pesar de ser BFA y MFA, Kipnis dice cosas interesantes. Por si fuera poco, el subtítulo de este blog es “La liberación de la mujer es una farsa”. Aquí hay un tema.
Me atrevería a decir que la inmensa mayoría de las mujeres a las que se considera liberadas, no se sienten muy así. Una no es muy libre cuando tiene que madrugar, llevar a los hijos a la escuela o dejarlos con alguien, llegar por los pelos al trabajo, aguantar al jefe, cumplir con la jornada laboral y etcétera. Es que cansa hasta enumerar todas las cosas que hay que hacer al cabo del día, hacedlas ya qué os voy a contar que no sepáis.
La situación de los hombres que han dado (o les han dado) un paso adelante en el tema de la igualdad no es mucho mejor.
Y es que no solo se ha redistribuido la sumisión femenina, también la masculina. A las obligaciones del hogar tradicionales de la mujer se han añadido las penurias del trabajo asalariado. Y al revés para ellos. Hemos vuelto a equivocarnos, en vez de multiplicar lo bueno hemos multiplicado lo malo. ¿Por qué siempre nos pasan estas cosas?
En todo este debate sobre reparto de tareas, conciliación vida laboral-familiar y demás hay que tener en cuenta que en una familia con hijos es muy importante que un miembro o miembra (perdón, no me he podido resistir) se quede en casa. Es tan útil que alguien se haga cargo de la compra, de hacer la comida, de quedarse con los niños cuando están malos, de ir a las reuniones con las seños... En un primer momento podría parecer un argumento arcaico y en contra de los tiempos. Pero, sinceramente, creo que no lo es. Quedarse en casa cuidando a la familia es un trabajo que exige mucha generosidad y tiene poco reconocimiento. A pesar de eso, el valor de ese trabajo es muy, pero que muy alto, aunque no se retribuya con un sueldo.
Según Kipnis, la mujer más que liberarse fue expulsada al mundo laboral. La opción de trabajar fuera del hogar no fue algo decidido libre y espontáneamente. Fue algo que cayó por su propio peso ya que se había llegado a un punto en el que con un sueldo no había suficiente para un hogar. Su discurso está centrado en Estados Unidos pero puede trasladarse tal cual a España. Gracias, globalización. Muy alto debe ser un sueldo para que sirva por sí solo para todos los gastos de una familia. Y, claro, la forma más sencilla de conseguir dos sueldos es que trabajen los dos. Mujer liberada pero atada por las obligaciones domésticas y laborales. Las Im-perfectas, mira por dónde, han subtitulado perfectamente su blog.
Curiosamente, si otras crisis económicas empujaron a las mujeres fuera del hogar, la actual está dejando a muchos hombres dentro de casa. Cada vez es más habitual verlos llevando y trayendo a los niños al cole e incluso en la sala de espera de la pediatra, solos, sin ser los acompañantes de madres o abuelas, el no va más.
Habrá mujeres que sean felices trabajando dentro y fuera de casa, digo yo. También habrá hombres que sean felices se sientan realizados bien siendo amas de casa, doy fe. Pero aparte de los casos personales, la visión optimista de este panorama algo desolador viene cuando uno se da cuenta de que ciertas tendencias democráticas han irrumpido en las relaciones de pareja / familiares. Según los sociólogos, la modernidad empezó cuando se rompieron las barreras sociales y algunos pobres pudieron convertirse en ricos. A esa movilidad social, habría que ir sumando ciertos movimientos en cuestión de género.
Antes, todo estaba claro. Nacías hombre pobre, te deslomabas trabajando y morías pobre. Nacías mujer pobre, te casabas, criabas una patulea de criaturas, te daba el síndrome del nido vacío cuando se iban y te morías pobre. Ahora puedes nacer pobre y morir rico (algún caso habrá), nacer mujer y deslomarte a trabajar, ser hombre y hartarte de criar hijos. Las posibilidades de cambio son pequeñas pero ahí están.
La cosa iría mucho mejor si los sueldos fueran más altos (o los precios más bajos) y con uno solo se llegara a fin de mes. En ese caso sí nos podríamos encontrar ante una escena casi ideal en la que la pareja se sentara a tomar algo y a decidir libremente su futuro. ¿Trabajas tú fuera de casa? ¿Me quedo yo con los niños? ¿Trabajamos los dos y nos buscamos la vida con la guardería? ¿Puedo quedarme en casa a escribir mi siguiente novela de éxito y ya trabajas tú si eso?
Lo siguiente será encontrar la forma de repartir privilegios en vez de sumisiones. Eso sí que estaría bien.
PD: En todo lo anterior, el modelo de referencia ha sido la familia hombre-mujer-hijos lo que no quiere decir que no se contemplen el resto de posibilidades y que mucho de lo dicho les sea igualmente aplicable. Es un rollo tener que hacer estas aclaraciones pero corren tiempos en los que los puntos sobre las íes son imprescindibles.
PDII: La respuesta de ella a la última pregunta de antes es: Perdona, no te he escuchado bien, ¿de verdad has dicho “de éxito”?
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NOTAs DE IM-PERFECTAS
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