¿Liberalizar el comercio es de derechas? Hasta ahora pensaba que sí, seguramente por la negativa de los sindicatos a que los comercios abran en festivo esgrimiendo el argumento del deterioro de las condiciones laborales de los trabajadores. La realidad, una vez más, vuelve a dármelas con queso. La reforma comercial que planea el Gobierno de Mariano Rajoy, que prevé la liberalización de los horarios comerciales en determinadas áreas de algunas ciudades españolas, entre ellas Barcelona, ha desenterrado el hacha de guerra que CiU guarda para las grandes ocasiones. Ahora, la bandera de la protección del trabajador la empuña CiU, mientras de puertas adentro ultima los detalles de su tercera oleada de recortes, más parecido ya a un tsunami por los efectos devastadores sobre el territorio y los ciudadanos, esos mismo a los que dice proteger.
Estoy a favor de cualquier tipo de libertad siempre que no suponga un menoscabo de la libertad de otros. La idea de que liberalizar los horarios comerciales puede suponer un deterioro de las condiciones laborales de los trabajadores y pequeños comerciantes dice mucho de lo que en realidad pretenden hacer los liberalizados. Así, en lugar de aprovechar esta oportunidad, que resucitaría una ciudad como Barcelona, triste y adormilada de grises persianas bajadas por donde los ciudadanos pasean como zombies sin saber muy bien adónde dirigirse, lo que parece que va a suceder, según alertan los contrarios a la medida, es que los extenuados trabajadores de los comercios deberán realizar todavía más horas cada día, no tendrán descanso semanal y eso a cambio de unas migajas.
Esto corrobora que ni los comerciantes ni los políticos de una derecha que lucha por no parecerlo bajo la bandera del patrioterismo, que es otra cadena, tienen previsto contratar nuevos trabajadores para esos nuevos horarios, aunque sea por horas o con contratos parciales que alivien la situación de angustia de los que, cada vez más, rebuscan comida o recogen los cartones de los contenedores de esos mismos comercios que ahora se niegan a ampliar sus horarios y, con ello, a darles una segunda oportunidad. La Generalitat no descarta acudir al Constitucional si no consigue que las cosas sigan igual negociando, es decir, si el Gobierno central no cambia la ley. Negociar para CiU significa echar atrás una medida reactivadora, no sólo del empleo sino del consumo. En manos de empresarios explotadores y políticos ajenos al entorno, la ley corre el riesgo de convertirse en una nueva exclavitud de los ya explotados trabajadores del comercio.
No sé si las tiendas, grandes y pequeñas, incrementarán sus ventas y, por tanto, sus beneficios, aunque la experiencia de otras ciudades demuestra que sería así. Ganarán los turistas, ávidos del recuerdo, del gadget, y también ganarán los ciudadanos, ahora condenados a vagar en domingo por calles desiertas en busca de una triste cafetería con solo alejarse dos calles del centro. Y mientras se cortan las alas a los comercios, ese mismo Govern defiende Eurovegas a muerte como reactivador de la economía y panacea de un nuevo crecimiento, un nuevo milagro con cimientos de cartón-piedra en el más burdo estilo hortero americano a base de trabajo precario, explotación, pero eso sí, ambientazo garantizado las 24 horas al día, los 365 días del año.