Si tuviera algún deseo por salir en libertad, no sería con mayor afán que el de acompañar a mis hijos en su crecimiento humano, académico y social, y cooperar en ese sueño libertario para mi país.
No tiene sentido decir que la libertad está afuera de mi encarcelamiento cuando siento que soy más libre que aquellos que se dicen libres y hablan en voz baja para ocultar su pensar, o prefieren mentir a los demás con la intención de no ser señalados por los funcionarios –de alguna manera, policías– perseguidores de aquellos que osan ser honestos, aunque en silencio los envidien.
Ser un castigado por la dictadura es de las mejores experiencias que haya recibido en mi vida y de lo que estoy muy orgulloso.
Saber que la historia me recogerá como contrario a la tiranía que ha imperado en el archipiélago por más de medio siglo, me llena de regocijo y es en sí mismo el mayor pago por el sufrimiento que he recibido, por el castigo que asestan como una condecoración imposible de igualar.
Hoy miércoles 25 de febrero he llamado a la sede de las Damas de Blanco, y he agradecido sus gritos de libertad por los presos políticos; su valentía desmedida, y ese soportar de golpizas y humillaciones que reciben, como la del pasado domingo 22 de febrero, las cuales fueron abusadas físicamente, humilladas y apresadas, así como aquellos activistas de los Derechos Humanos, que apoyaban a las Damas de Blanco, entre otros, Ailer González y Antonio Rodiles.
El gobierno tiene que detener su constante violación a esos derechos, y aceptar de una vez que la oposición es una realidad tangible imposible de anular por mucho atropello que cometan contra ellos.
También los países que conversan con los dictadores, deben de exigir respeto y no permitir que los usen y subestimen en ese juego de desprestigio al que recurre el tirano en la búsqueda de la oxigenación que garantiza su permanencia en el poder.
¡Abajo la dictadura! ¡Patria y Libertad!
Ángel Santiesteban-Prats
Prisión Unidad de Guardafronteras. La Habana. Febrero de 2015.