Si bien estoy de acuerdo en que cada quien se exprese libremente, también lo estoy en que existen formas y formas, y que la gente -sea del bando que sea- no puede ampararse bajo la excusa del "derecho a opinar" para escupir hijoputismo barato. Opina lo que te dé la gana, pero no siempre como te dé la gana.
Que sí, que la ley y los políticos no hacen nunca juicios justos, pero tampoco lo hacemos los ciudadanos que nos mostramos críticos con ideologías o pensamientos retrógrados, pero que aplaudimos como idiotas cuando el vecino con el que simpatizamos se llena la boca de insultos y palabras que demuestran que, en el fondo, es tan indeseable como aquél al que señala.
No puede ser que seamos tan demagogos como para defender lo indefendible cuando y como nos conviene y quedarnos tan panchos, por la sencilla razón de que, de esa forma, eso de "libertad de expresión" pierde todo su sentido y credibilidad. Y más aún, perdemos muchos puntos a nuestro favor.
Si deseas la muerte a un niño enfermo de cáncer por querer ser torero, eres igual de **** que el que le clava la espada al animal. Si te deleitas con alusiones a explosiones y violencia, eres igual de **** que el terrorista que pone la bomba, por poner algunos ejemplos. En tal caso, denuncia con contundencia -que no salvajismo- la educación que los padres le han dado a ese niño, y a los órganos de poder detrás del terrorismo y la opresión.Es tan sencillo como que, si estás de acuerdo en que estas opiniones bárbaras se digan libremente, después no te puedes quejar cuando politicuchos de derecha, retrógrados, fascistas, imperialistas, machistas, nazis, taurinos, racistas y demás fauna suelten sus discursos de odio con ese lema de "somos libres de decir lo que nos venga en gana."
Sí, tenemos el derecho a dar nuestra opinión, a mostrarnos críticos cuando queramos, a decir claramente que nos oponemos totalmente a algo o a alguien, a hablar de las injusticias y desigualdades del pasado y del presente, a poner a parir al político, abogado, juez, o personaje público cualquiera del que estamos en contra, pero con elegancia. Demostrando por qué somos mejores, porque, si no, el odio nos hace a todos igual de imbéciles.