Hace unas noches tuve un sueño que me gustaría compartir, más en estos días navideños:
De pronto me encontraba en medio de un canal cuya corriente me arrastraba sin remedio hacia mi lugar de trabajo. Atravesaba montañas y valles, y a lo lejos podía adivinarse el perfil del pueblo donde ejerzo. La luz era tenue. La negrura de la noche daba paso al día. No sentía frío alguno. Enseguida me angustiaba la idea de no llegar a mi lugar de trabajo con puntualidad, pues la lentitud con la que corría el agua me hacía suponer que tardaría un buen rato en llegar. Iba vestido, pero no llevaba conmigo mis acostumbrados utensilios. Tampoco llevaba reloj y no podía mirar la hora. Las casas del pueblo iban acercándose mientras el canal seguía transportándome a su ritmo. Pronto entendía que no había motivo para angustiarse. Mis clases tendrían que empezar cuando el agua me dejara ante la puerta del Instituto. Sabía que no había otra forma de llegar.