Los libros de narrativa han desaparecido de las librerías. Parece una paradoja, pero no lo es tanto. Hace unos años, pocos, la parte más importante de cualquier librería estaba compuesta por la ficción, por las novelas. Cientos de libros se agolpaban en los anaqueles mostrando las capacidades de un idioma, de sus autores, de las editoriales. Estaban, además, en la zona más visible del local, con gran orgullo de sus dueños que los mostraba como la parte más auténtica de su negocio.
Ahora todo ha cambiado. Primero hay menos librería de "autor". La mayoría han cerrado o han sido adquiridas por grandes grupos (que yo recuerde, sólo en mi ciudad han desaparecido 6 y han sido adquiridas 2). Pero, además, cuando entras en una de esas librerías, la parte más visible la ocupan las guías de viajes, de cocina y las guías de guías. Guías para ir a la India, China o Japón, en hoteles de cinco estrellas o haciendo dedo; guías para obtener chipirones en su tinta o bacalao al pil-pil; guías para escribir buenas guías sobre guías.La narrativa seria queda relegada a una zona menor, alejada, oculta, donde ya no se encuentran más que las más recientes obras de los autores. Imposible descubrir un título con más de dos años de antigüedad. Incluso muchos escritores han desaparecido –entiendo que quemados en la hoguera– como si nunca hubieran existido. Ese empobrecimiento de nuestras librerías tiene mucho que ver con el empobrecimiento de nuestras cabezas, de nuestra imaginación, de nuestro idioma. Sin embargo, la literatura basura florece llenando estánterias con libros gordos, coloridos, repletos de caballeros, griales, sudarios, masones o anticristos. Libros, por otra parte, caros y algo obscenos desde mi punto de vista. ¿Estaremos también llegando a la época de la librería basura como hemos llegado a la de la literatura basura?