Libro «Sobre la felicidad» de Alain en El País de Cataluña por Jordi Llovet

Publicado el 08 abril 2016 por Hermidaeditores
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MARGINALES

Alain, o la discreta felicidad

Las prosas de Alain se parecen a las de los moralistas del XVII, aunque poco combativas, "deshistorizada"

CerrarJORDI LLOVETBarcelona 6 ABR 2016 - 18:05 CESTLa tradición de los escritores franceses dedos "moralistas" es tan poderosa y dio productos de tan alta calidad, que no es extraño que llegara hasta casi el siglo XX. En nuestros días, ya no hay casi ningún escritor que se atreva a moralizar: no para que la gente no esté necesitada de guía moral, sino porque ha ido a encontrarla, como ya dijimos en un artículo precedente, en lugares hasta ahora insospechados: el deporte, la práctica del Poncio Pilato , el independentismo, el vegetarianismo, el feminismo a ultranza -he oído que el Ayuntamiento de Barcelona ya no hará más "homenajes", sino "donanatges", que ya es dañar la gramática histórica sin hacer ningún bien a las mujeres-, el gimnosofisme (del griego gymnos , despojado), el anticanviclimatisme , etcétera.Cada uno por donde el enfila. Si, además, tenemos en cuenta que las religiones ilustradas van de capa caída, entonces no es extraño que las moralejas -palabra que, en suma, deriva del latín mores, que significa "costumbres" -, hayan quedado arrinconadas en un territorio ramplón, casi prohibido.Pero en Francia, como hemos dicho -también en Cataluña, como es el caso de las glosas de Eugeni d'Ors; también en España, como en el caso de las Greguerías , de Gómez de la Serna o el J uan de Mairena , de Machado-, el moralismo en sentido de género literario muy concreto contó con representantes muy bien hasta la generación de Émile -Auguste Chartier, dicho Alain, y de su contemporáneo Paul Valéry, entre otros. He aquí una sucinta nómina de los representantes de este género histórico: La Rochefoucauld, La Fontaine (en verso, habitualmente), Pascal (en reflexiones filosóficas de envergadura), La Bruyère (traducido al catalán por Josep Carner), Voltaire (más inmoralista que moralista; pero siempre moralizante), Vauvenargues (nunca traducido al catalán?), Chamfort, Rivarol (un gran desconocido en nuestro), Joubert ... y así hasta los casi contemporáneos nuestros Jules Renard, Paul Léautaud, Canetti, o los dos que he mencionado: Alain y Valéry.Alain, del que Hermida Editores acaba de publicar Sobre la felicidad -en gran traducción de Dolores Sánchez de Aleu, Paracuellos de Jarama, 2016-, comenzó a practicar el arte de las escasas, pero densas líneas, a raíz de una petición, 1906, del diario la Dépêche de Rouen , que quería una columna breve, diaria, sobre pensamientos diversos. El autor, que comenzó esta sección siguiendo una máxima latina - Nulla dies sine linea -, pero en versión de Stendhal - "Écrire blandos las jours, génie huevo non", dijo de Propos , seguramente porque ya no podía coger el título de Essais , propiedad de Montaigne. En escribió miles y luego los recogió en forma de libro, hasta que formaron dos magníficos volúmenes de la prestigiosa colección La Pléiade .Uno de los editores de la obra completa de Alain, refiriéndose al trasfondo intelectual de los pensamientos de Alain, decía que el autor "admiraba la breve exposición de ideas comunes [ello, a Flaubert, la habría sulfurado ], llevadas hasta lo esencial, que alcanzarían, por el simple rigor de los enunciados, una virtud tranquila, extraña a las ideologías, inaccesible a la polémica ". Lo consiguió, y sólo hay que leer esta recopilación de propuestas , reunidos con el título editorial Sobre la felicidad, para darse cuenta.Pero a Alain, que en un su libro llamado Histoire de mes Pensées cita expresamente sus diferencias con Paul Valéry dice: "Hay prosas que me gustan perfectamente, y que no se parecen en absoluto a lo que yo puedo hacer; por ejemplo, la prosa de Valéry, que se encuentra en las antípodas de mi "-, no poseía esta inteligencia extrema, puntiaguda, vigorosa, también a menudo incomprensible, del autor de los Cahiers. Las prosas de Alain antes vuelven a parecerse a las de los moralistas del XVII, aunque poco combativas, "deshistorizada". Era un hombre discreto, con una cultura vasta -a nuestro libro de hoy menciona y comenta Hegel, Goethe, Schiller, Descartes, Balzac, Tolstoi, Pascal, Dostoievski, y, como era de esperar, La Rochefoucauld y La Bruyère-, ligeramente ablandado, de una bondad eclesiástica.Hoy es poco leído en Francia y en todo, pero tampoco son muy leídos los "cuadernos" de Valéry, una de las cimas de la inteligencia francesa del siglo XX.Sin embargo, si os acercáis a este libro encontrará entradas -todas son breves- como "El aburrimiento", "Del destino", "La cortesía" o "De la piedad", que son obras maestras de precisión y de pensamiento bien organizado y aún mejor divulgado. Un hombre que escribió largos folletos dedicados a Platón, Descartes o Hegel podía ser más o menos inteligente, pero siempre supo, con amabilidad, orientar a los lectores que necesitan una guía para ir por el mundo ... o para andar por casa .