Las historias que se cuentan en "Como si tuviera alas: las memorias perdidas" tienen esa liviandad que inmediatamente nos remite a la forma etérea, casi entre algodones, que tenía Chet para tocar su trompeta. Aunque los temas sean -en muchos casos- sencillamente escabrosos.
De hecho, el 70% de estas memorias (que la esposa de Baker, Carol, recopiló con los años) se refieren a drogas, dealers, noches en prisión y centros de rehabilitación. Casi de manera monotemática, fiel al ritmo de vida de yonqui que su marido llevó toda su vida. De música, hay poco y nada (los sucesivos encuentros con Parker, Gerry Mulingan y Stan Getz, su filosofía "menos es más" al tocar, alguna que otra gira...).
Otro fragmento: "después del primer festival de Comblain La Tour me fui a Italia. Empecé a usar Jetrium, un producto farmacéutico alemán que se podía conseguir sin receta. Tomaba un avión de Milán a Munich y viajaba sin equipaje; me llenaba los bolsillos del abrigo con Jetrium inyectable (de doble potencia, 13,5 miligramos por centímietro cúbico); luego volvía en avión a Italia. El Jetrium era lo más parecido al caballo que he conocido en mi vida, pero enseguida desarrollé una considerable resistencia al producto, ya que había empezado a inyectarme entre 1.000 y 1.200 miligramos al día. Estaba hecho polvo”.
Ese es el tono de "As though I had wings", que va recopilando retazos de una vida casi como si Baker los hubiera escrito al pasar, en una noche de buena disposición y con honestidad 100% brutal.
Estas son las memorias agridulces y descarnadas de un hombre que -tal como reza la solapa del libro- vivió para hacer tres cosas: tocar música, drogarse y amar a las mujeres".
"Como si tuviera alas", editado por Mondadori, 1999.