A mí "Una temporada para silbar" me enamoró por la sentida muestra de afecto que su lectura da ante un mundo en desaparición: el de las escuelas rurales que van siendo cerradas en casi todos los países por resultar antieconómicas siendo sustituídas por concenttraciones escolares en poblaciones más grandes.
La reseña que a continuación reproduzco la publiqué en el blog el 14 de abril de 2012 cuando "El blog de Juan Carlos" daba sus primeros pasos en plan serio. He suprimido en esta reproducción algunos datos que sí que incluía en la original y que en mi opinión son una auténtica muestra de spoiler. Por entonces no controlaba debidamente la dosis que debía contener una reseña para incitar a la lectura sin estropear el deleite de la misma.
oooOooo
“Una temporada para silbar” es una agradable historia en la que no pasa nada más allá de lo normal en cualquier vida: hombre viudo [Oliver Milliron], para más inri agricultor, con tres niños a su cargo [Paul. Damon y Toby] toma a su servicio una ama de llaves [Rose Llewellyn] también viuda, quien en su solicitud de empleo explicitaba que no sabía cocinar, justamente lo que más necesitaría la familia que decide tomarla.
Rose llega a la pequeña localidad de Montana (Marías Coulee) acompañada por su hermano Morris Morgan quien, cuando la maestra del pueblo [Srta. Trend] se fugue con el predicador, se hará cargo de la escuela unitaria. Morris es un sabelotodo que encandila a los niños y también a los mayores. Entre las muchas cosas que les enseña está la astronomía, pues no en balde estamos en 1910 y el cometa Halley está a punto de llegar. Con tal motivo prepararán “la noche del Cometa”, una jornada en la que homenajearán a tan ilustre visitante. La actuación “armónica” (concierto a base de armónicas) tendrá lugar ante los ojos del inspector educativo que emitirá un informe sobre la escuela, el maestro y especialmente sobre Paul, un niño de altas capacidades.
Todo discurre plácidamente durante ese curso de 1909-1910: Paul, el narrador del relato, -y ahora en 1957 inspector
escolar encargado de dar la noticia de la supresión de las escuelas unitarias-, recibe clases particulares de latín fuera del horario escolar; su hermano Damon es un fan de los deportes y colecciona recortes de noticias deportivas; el menor de la familia, Toby, es un niño que adora a Rose; George y Rae son vecinos y cuñados de Oliver; etc. Y así hasta que surge el amor entre Rose y Oliver, quienes deciden casarse. Paul descubrirá que Rose esconde un secreto que no ha confesado a nadie. Todos (Paul, Morris y Rose) deciden guardar silencio para que la felicidad entre Oliver y Rose pueda mantenerse. Sólo Morris, cuñado de Rose, abandonará Marías Coulee. Y Rose por fin entrará en la cocina.Como se ve, todos han de renunciar a algo: Morris a Rose con la que tuvo más que amor fraterno, Rose a su independencia culinaria y Paul a lo que su condición de hijo hasta ahora le había exigido respecto a su padre: no ocultarle nada.La novela en sí remitiéndonos exclusivamente al ámbito literario es un homenaje al escritor norteamericano Mark Twain que nació con el Cometa y murió 74 años después con la siguiente venida de Halley en 1910.
Lo mejor: Se lee muy bien, con facilidad. Es más crónica costumbrista que otra cosa al mostrar la vida rural de la América profunda a inicios del siglo XX.Lo menos buenor: La única complicación de la trama se resuelve en apenas 20 páginas de las 345 que forman el volumen.