Leer-dormir. Para mí, un binomio inseparable. No recuerdo si viene de que me leían cuentos en voz alta cuando era pequeña, probablemente sí (y sé que lo he hecho con mis hijos, infatigablemente), pero seguro que es un hábito muy arraigado, desde tiempos remotos. Salvo rarísimas excepciones, necesito leer antes de dormir, preludio casi ineludible del sueño. Aunque sean pocas páginas, aunque se me cierren los ojos y sepa que el sueño me ha vencido de antemano: apagar la luz sin haber recibido mi dosis de lectura es como pervertir el ritual que acompaña la inmersión en el país de la noche. Como todos los lectores nocturnos, procuro tener a mano suficiente material. Nunca se sabe si la lectura dará para poco o para mucho y nadie quiere levantarse de la cama porque se ha quedado sin combustible. De resultas de ello, mi mesilla de noche ostenta siempre una pila de libros apreciable.Recientemente, César Mallorquí, en la entrada que aportó a este blog para la serie "Mi biblioteca" tuvo la ocurrencia de mostrarnos su mesilla. Espectacular.
Eso me ha llevado a mí a cuestionarme mi propia pila (muy modesta en comparación): ¿qué hay realmente en ella? Porque lo cierto es que, mientras los dos libros que ocupan la cima cambian con bastante frecuencia, a medida que uno va bajando se pierde el rastro de qué y por qué razón se encuentra allí. De forma que, armándome de valor -en realidad, empezaba a considerar la pila como algo geológico, inamovible- he emprendido una laboriosa tarea arqueológica. Estrato por estrato, la he ido desmontando, con algún descubrimiento inesperado.
Como era de esperar, hay variedad, nunca se sabe qué puede apetecer a la hora de acostarse. Suelo tener a mano alguna recopilación de textos breves, de esos que tienen la medida justa para acabarlos antes de caer rendida. De modo que no es extraño encontrar en lugar preferente un libro como La herencia viva de los clásicos: Tradiciones, aventuras e innovaciones">La herencia viva de los clásicos, de Mary Beard. Pero, a partir de ahí, todo se vuelve más oscuro, más misterioso. Véase: -algún libro que se quedó ahí porque no he tenido el estómago de terminarlo: el buenísimo, pero terrible Meridiano de sangre">Meridiano de sangre de Cormac McCarthy. Me he prometido a mí misma que algún día me atreveré a retomarlo. Pero no hoy.