Libros enlatados

Por Soniavaliente @soniavaliente_

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Le fascinan las personas que escuchan audiolibros. ¿Lo han intentado alguna vez? Los locutores leen con voz engolada y muy, muy despacio. Los motivos para escoger un audiolibro son inescrutables: falta de tiempo, largos periodos de conducción, aprender otros idiomas… Porque no se imagina a nadie escuchando El Quijote o Guerra y Paz, a ratitos.  ¿Y si algunos de esos chicos de cascos enormes que se encuentra a diario fuera leyendo de incógnito en lugar de escuchar reggaetón? Leer en diferido para no levantar sospechas, quién sabe.

Escuchar libros para ahorrar tiempo. ¿Y qué harán con ese tiempo ganado? se pregunta ella parafraseando a El Principito. Ella lo invertiría en el leer un buen libro. Con sofá y mantita.

Por supuesto, los audiolibros más vendidos son los de poesía. Aunque ganan por goleada los audiolibros de autoayuda. Bien pensado, ha de ser una bendición que alguien nos diga al oído por qué camino hay que seguir. Pensar por uno mismo está sobrevalorado.

Con todo, en esta semana en la que se conmemora el Día Internacional del Libro, escuchar un audiolibro se le antoja como hacer trampas. Como vivir a medias. Un horror vacui existencial que nos obliga a aprender in itinere en lugar de preparar el día o escuchar música, otra forma sin duda de viajar, de crecer. Los audiolibros son como la gimnasia pasiva, el chocolate light o el turismo virtual.

Recientemente, Google estrenaba un paseo virtual por los monumentos más emblemáticos del mundo, en el que figura el patio de los Leones de la Alhambra. Según un estudio, la mayoría de los europeos consulta el tiempo antes de viajar. Claro, qué mejor que hacer turismo virtual en lugar de bailar bajo la lluvia si podemos escuchar un audiolibro que nos diga cómo ser felices. Mientras la vida, sin placebos, sucede ahí fuera.