Aprender a gestionar las emociones no es fácil para los niños. Carecen de los recursos necesarios para hacer frente a la ira, el miedo o la tristeza cuando les invaden. El cuento de esta semana ayuda a los pequeños a entender qué les pasa cuando se enfadan y cómo actuar para controlar su enfado. Los niños se sentirán muy identificados con el protagonista de Vaya rabieta .
Título original: Grosse colère
Autora: Mireille d'Allancé
Tradducción: Julia Vinent
Edad recomendada: A partir de 3 años
"Hola, le dice la Cosa. ¿Qué quieres hacer? Tt...odo lo que quieras, dice Roberto"
Hace diez días que mi hijo mayor y yo encontramos en la biblioteca el cuento Vaya rabieta
Roberto, el protagonista del cuento, ha tenido un mal día. Llega a casa malhumorado y, ante su mala actitud, su padre le indica que se retire a su cuarto a calmarse. Una vez en su dormitorio Roberto nota que algo terrible le sube por dentro hasta que una Cosa monstruosa sale de golpe de su boca. Es la Rabieta, que con su afán destructivo empieza a romperlo todo. Cuando la Cosa rompe su camión favorito, Roberto decide detener a la Rabieta. La arrincona, recompone todo lo destruido y, finalmente, recoge a la Cosa, que se ha ido haciendo cada vez más pequeña, y la encierra en una caja. Ya calmado, Roberto sale de su cuarto.
Este cuento tiene un gran valor: los niños se sienten identificados con la situación que vive el protagonista y entienden perfectamente la inteligente metáfora que plantea el cuento. Y es que resume en una pocas imágenes complejos conceptos de inteligencia emocional que los niños son capaces de entender y asimilar: desde la respuesta fisiológica al enfado (el rubor en las mejillas mientras en enfado "sube") hasta la materialización de la rabieta en ese gran monstruo rojo que nace del alarido del niño. Esa Cosa es la que se abalanza sobre los muebles y objetos, mientras el niño se convierte en espectador del poder destructivo de la ira.
Pero el cuento no se limita a mostrar al niño lo que le sucede, sino que le ofrece herramientas para gestionar su enfado . Con la distancia que le da el papel de espectador, Roberto observa como la rabieta, descontrolada, arrasa con todo lo que encuentra a su paso hasta que se acerca a los juguetes del niño, es decir, a objetos muy queridos por él. Tratará entonces de detenerla y, para conseguirlo, Roberto, ya calmado, pone en orden su cuarto y acaba encerrando a la rabieta en una caja. Desde que leímos el cuento, hemos adoptado esa forma de detener la rabieta. Así, he regalado una cajita a mi hijo mayor y, cuando tiene una rabieta, buscamos formas de relajar el enfado y terminamos encerrando la rabieta en la caja. ¿Funciona? A veces sí, a veces no, dependiendo del momento. Pero las veces que funciona me muestra que mi hijo ha interiorizado el relato y está aprendiendo a controlar la rabia, en vez de que la rabia le controle a él. Es una forma de enseñarle a controlar su ira, no para que simplemente desaparezca, sino para que encuentre otras formas de expresar sus emociones, a ser posible verbalizando lo que le pasa y podamos solucionarlo. Nos queda mucho camino, pero creo que es una buena forma de empezar.
La autora es Mireille d'Allancé (n. 1958), de la que vimos hace unos meses el cuento . Al igual que entonces, Vaya rabieta se trata de un cuento breve, con poco texto (apenas una o dos frases por página) y en el que la ilustración lleva la mayor parte del peso de la historia . El color rojo, tradicionalmente asociado a la ira, es, por supuesto, el color de la Rabieta y viene anunciado a en la doble página completamente de color rojo que aparece nada más abrir el libro. Los fondos azules del dormitorio de Roberto invitan a la calma, así como la caja azul en la que encierra a la rabieta.
Por si os interesa este cuento, os dejo a continuación dos enlaces: el de la versión en español y la edición bilingüe español-inglés.
Como siempre, finalizo la reseña con un vídeo sobre el cuento reseñado para que podáis echarle un vistazo al libro en sí:
¿Qué os parece este recurso para ayudar a los niños a entender sus emociones? ¿Utilizáis algún cuento parecido con vuestros hijos?