Siempre que se habla de
los libros por encargo surgen las suspicacias: «Este escritor es un pesetero,
no siente de verdad su oficio», «Seguro que ha escrito un mal libro, no puede
escribir igual que cuando lo hace de corazón, con sus propias ideas», «Cómo
detesto que las editoriales encarguen libros para aprovechar el tirón de las
modas en lugar de apostar por la calidad», «Nadie debería decirle a un autor lo
que debe escribir, el arte nace del alma», etc. De forma parecida a lo que
ocurre con el proceso de edición de una novela, los lectores desconocemos qué libros se han escrito por
encargo —de momento ninguna obra lleva una etiqueta que lo indique—, por lo
que en la red hay barra libre de comentarios alejados de la realidad, guiados
por el ideal romántico del escritor como único y absoluto creador, un mago de
las palabras que no necesita ayuda de nadie; mientras que el editor es visto
como un usurero que se aprovecha del talento ajeno para enriquecerse.Ni tanto ni tan poco. Aunque
no sepamos con exactitud cuáles son los libros escritos por encargo, en algunos
casos resulta relativamente fácil deducirlo: antologías de relatos de varios autores, ciertos álbumes ilustrados,
libros tipo guía o autoayuda, colecciones temáticas de libros infantiles, obras que
versionan un clásico, etc. Me atrevo a decir que algunos autores que se
dedican a un género determinado y de repente publican algo completamente
distinto —tal vez relacionado con la moda del momento— también lo hacen porque
se lo ha pedido el editor. Y no olvidemos los prólogos, apéndices y demás notas
que incluyen algunos libros.He querido plantear
este tema porque me parece bastante injusto que este tipo de obras tengan tanta
mala fama entre los lectores. ¿Quién no ha leído en su infancia —o lee
actualmente a sus hijos— una colección de libros que con total seguridad se ha
programado desde la editorial (y tiene una gran calidad)? ¿Quién no ha admirado
los dibujos de algunos ilustradores que han dado vida al texto que les indicó
un editor? Y podría seguir, pero la conclusión es más que evidente: no todo lo
que se escribe por encargo se puede tachar de malo. Es más, hay libros magníficos que nunca habrían
visto la luz si no hubiera sido por una idea del editor; tener un buen plan
y buscar al escritor adecuado para ejecutarlo también es una muestra de trabajo
bien hecho.En cuanto a la
inspiración del autor, he leído más de una entrevista en la que estos reconocen
que, si el tema propuesto les resulta interesante, no tienen ningún
inconveniente en aceptar un encargo. Está claro que un novelista inventa sus
propias historias, pero eso no excluye que, además, sea capaz de tejer una
trama a partir de lo que le sugiere otra persona. Por hacer una comparación
simple, recordad esos deberes del colegio en los que teníamos que escribir una
redacción sobre un asunto determinado: los niños que tenían imaginación hacían
un buen trabajo sin necesidad de tema libre. Hay muchas formas de plantear una
creación; yo creo que lo que se busca en los libros por encargo es la fusión de una idea inicial y la
capacidad del escritor para moldearla, para hacerla suya. El encargo no
inhibe el talento; de hecho, en algunos casos incluso lo puede potenciar porque
tal vez propone cuestiones que el autor nunca se habría planteado y, sin
embargo, se le dan bien.Nunca hay que olvidar
que muchas grandes obras —de la literatura y del arte en general— han sido
fruto del encargo de un particular o una institución, un encargo que ha dado de
comer al creador; el arte según el ideal romántico de la subjetividad del
propio autor es un concepto bastante reciente. Quienes piensan que el arte solo
es aquello que sale del alma, sin que importe la perfección de la técnica y sin
ayudas externas, me parecen bastante ingenuos. En ningún ámbito se llega a lo
más alto por esa pureza interior; el talento debe cultivarse.No obstante, no negaré
que en algunos casos las novelas por encargo dejan bastante que desear, como
las de un autor que cambia de registro para adaptarse a las modas. A pesar de
que comprendo que la necesidad económica puede llevarlo a aceptar trabajos que
no le motivan, considero que en la medida de lo posible el escritor debe intentar ser coherente consigo mismo y con su obra:
algunos encargos le pueden beneficiar (porque le gustan y puede hacerlos suyos);
ahora bien, que no se queje si le critican por publicar una novela erótica o un
romance de vampiros cuando siempre se ha dedicado a la narrativa general. Sobre
todo, que no proteste si se lo ha tomado a la ligera y ha escrito un mal libro
(porque casos como estos los hay, por supuesto, y tal vez la mala fama de los
encargos en conjunto es, en parte, por su culpa).Sea como sea, lo que me
interesa como lectora es el resultado final. Cuando un libro me parece bueno,
poco me importa el origen de la idea inicial. Seguro que he leído algunas obras
escritas por encargo sin yo saberlo que me han maravillado, del mismo modo que hay
otras que me han parecido malas. La cuestión es lo de siempre: evitar los
extremos y hacer un esfuerzo para analizar en lugar de valorar la realidad de
forma simplificada.