Una auténtica biblioteca ambulante. Que debió triunfar, porque el mismo personaje se hizo hacer tres más iguales a ésta en los años siguientes. Los pequeños libritos, impresos tan primorosamente como encuadernados contienen todo lo que una persona amante de la cultura clásica podía necesitar, e incluía un práctico y bello índice, para facilitar aún más las cosas: teología y filosofía, historia y poesía. Cicerón, Séneca, César, Suetonio, Virgilio, Horacio...
Muchas horas de lectura, suficiente para cualquier viaje, incluso los de la época, que se prologaban bastante más que los actuales. Cierto que ahora podemos cargar todo esto en nuestro Kindle e ir más ligeros. Pero no me negarán que en cuanto a belleza los jacobitas nos llevan la delantera. En el mismo artículo citado, los responsables de la biblioteca donde se aloja hacen notar que el "libro de libros" en cuestión no es mucho mayor que un iPad (me temo que, oportunamente, omiten mencionar que es algo más pesado). Lo que sí llama la atención es lo mucho que recuerda esta mini-estantería a la estantería virtual de Apple.
No somos tan originales como creemos, no.