Se dice que quienes conocen o han conocido personalmente a los principales genios (y multimillonarios) provenientes del mundo de la informática y del internet, comprenden que, para conseguir su éxito, han sacrificado ciertas costumbres sociales. Precisamente esa irreverencia, que los llevó a tildarlos de outsiders, es aquella que les permitió hacer historia.Un ejemplo claro de ello es el fundador de Microsoft, el hoy “apacible jubilado” Bill Gates: cuando solo tenía 17 años –vale decir, en 1972– apostó con su círculo de amigos que las computadoras personales serían indispensables para la vida. Precisamente aquella visión “fuera del molde” fue la que le permitió un par de décadas más adelante amasar una fortuna de 67 mil millones de dólares, la segunda más grande del mundo según Forbes.Tal como su antagonista, el fallecido Steve Jobs, Gates se dedicó a ofrecer charlas motivadoras sobre su éxito, especialmente en universidades, donde los jóvenes asisten deseosos a conferencias con mensajes que han quedado grabados a fuego para la posteridad. Como es el caso del fundador de Apple en su visita a Stanford. Desde aquí que se conocen las denominadas “reglas de oro” u “11 mandamientos” de Bill Gates, difundidas mundialmente en distintas facultades de las más diversas carreras. Sin embargo, ese auditorio con privilegiados jóvenes ante tamaña arenga del hombre de gafas no es tal. Ellas son partes del libro 50 reglas que nunca aprenderás en la escuela de Charles J. Sykes. Lo que sí es cierto es que el creador de Microsoft participó en cursos y seminarios para padres de familia, a los que fue invitado para exponer de la correcta educación de adolescentes, y para que transmitiese la formación entregada a sus dos primogénitos: Jennifer (16) y Rory John (13). Su tercera hija, Phobe Adele (11), no había nacido en aquel entonces. Gates lo entendió como una oportunidad para demostrar que el liderazgo y el desarrollo personal se forman en la misma medida que crecemos, juzgando a nuestros referentes paternos de autoridad. El cómo cuidamos a nuestros hijos va de la mano con el qué herramientas les entregamos para que sean exitosos cuando tengan que “volar del nido”. Su discurso se centró en criticar a los padres sobreprotectores, aquellos que él define como personas que “consienten a sus hijos y les dan lo que piden, aun cuando no lo merecen”.
“Quiero que mis hijos sean capaces de tomar sus propias decisiones… Mis padres se enojaron cuando les dije que dejaba Harvard, pero luego lo comprendieron. Me gustaría que ellos también tengan la oportunidad de escoger lo que les gusta hacer y cómo quieren pasar el resto de sus vidas”.
Ante estas palabras es necesario comprender que, cuando les pedimos a las personas que se autogestionen, que busquen en sí mismos para motivarse mediante el autodescubrimiento y el desarrollo personal como clave para el éxito, hay que comprender, también, que ello requiere formación y estímulos previos que van de la mano con la medida en que nos los enseñaron. O como a los expertos en recursos humanos lo podrían decir: “nuestra primera clase de coaching y de liderazgo la recibimos en casa”. Para terminar un video simpático: El último día de Bill Gates en Microsoft.