Las personas somos el espejo de lo que nuestra cerebro va guardando pero no es menos cierto que el cerebro, según indican algunos estudios científicos, es capaz de “hacerse” día a día incluso en el sentido más “físico” del término porque tiene capacidad de moldearse o cambiar de forma según lo que vamos aprendiendo a lo largo de nuestra vida.
El “yo soy así” que muchas veces obtenemos como respuesta cuando le pedimos a nuestros colaboradores que cambien algo de lo que hacen o dicen y que vamos interiorizando muchas veces como cierto, se queda en mera retórica porque si es posible que se genere ese cambio desde el interior de cada uno.
Lo que más nos cuesta a las personas es aceptar, la humildad escasea y eso provoca que veamos nuestra realidad (influida por nuestras experiencias, prejuicios, etc.) como LA REALIDAD, sin querer entender que hay tantas realidades como personas y que nuestro cerebro es capaz de verlas si estamos dispuestos a cambiar nuestra vocación de maestro que lo sabe todo por la de aprendiz.
Quizá sólo con esas tremendas ganas por reinventar nuestro futuro podamos hacer que nuestro cerebro se moldee y sea capaz de captar nuevas realidades que nos permitan concluir que ir en contra de nuestra realidad no es ir contra uno mismo sino una nueva manera de aceptación de que sólo cuestionando nuestro pensamiento actual podemos conocernos mejor a nosotros mismos y a los demás.
Recuerdo una entrevista que leí hace poco a Matteo Renzi, primer ministro italiano donde un cura le decía: “Dios existe. Pero no eres tú”. El liderazgo sin humildad no es posible, humildad sin disposición al cambio tampoco.
Llegado el momento podremos usar los prejuicios limitantes para situarnos en el camino de la negación donde nada puede cambiarse o elegir esos prejuicios posibilitadores o expansivos que lleven a nuestro cerebro a hacernos mirar desde otros puntos de vista.
Un día caminaba con mi padre, cuando él se detuvo en una curva. Después de un pequeño silencio, me preguntó:
- Además del cantar de los pájaros, ¿escuchas algo más?
- El ruido de una carreta.
- Sí, es una carreta vacía.
- ¿Cómo sabes, papá, que es una carreta vacía, si no la vemos?
- Es muy fácil saber si una carreta está vacía por el ruido. Cuanto más vacía va, mayor es el ruido que hace.
A las personas, muchas veces, nos pasa como a la carreta del cuento que cuanto más vacios estamos más ruido hacemos. Necesitamos ten
Muchas veces tendemos a ver en los demás todos los problemas, no hay como verse en un espejo para encontrar a la persona perfecta para iniciar el cambio.