El principado de Liechtenstein se sitúa en el corazón de Europa, establece fronteras con Suiza y Austria, y con 160 kilómetros cuadrados de territorio se considera el país de lengua alemana más pequeño del mundo.
Con un número tan reducido de habitantes -en torno a los 24.000 según los últimos informes- el ambiente que se respira es similar al de un pueblo, todo el mundo se conoce, y la seguridad se garantiza con apenas un centenar de policías.
La cultura de Liechtenstein, y el nivel de vida y salarios, se asemeja a la suiza. Si bien no fue hasta finales de la Primera Guerra Mundial que este país se desligó de Austria, cayendo en los brazos de Suiza como recurso para eludir una participación activa en la guerra -y una inevitable invasión nazi-.
Sus ciudadanos adquieren desde su nacimiento la doble nacionalidad suiza y liechtensteiniana, lo cual resulta especialmente útil a la hora de viajar, ya que pueden escoger aquel pasaporte que les facilite en mayor medida el cruce de cada frontera. Pese a su dependencia y estrechas relaciones con Austria y Suiza, Liechtenstein ha sido un país independiente y autónomo durante los últimos dos siglos.
La frontera de Liechtenstein está controlada por Suiza, si bien desde las Navidades pasadas se integro en la apertura europea de fronteras según el acuerdo de Schengen. La moneda nacional es el franco suizo, si bien es posible pagar con tarjeta de crédito en prácticamente cualquier comercio.
¿Qué hacer en Liechtenstein?
A pesar de su reducido tamaño, Liechtenstein puede presumir de sus montañas, ofreciendo increíbles oportunidades para realizar senderismo, alpinismo, descenso en bicicleta de montaña y para practicar deportes de invierno como esquí y snowboarding en el pequeño resort de Malbun, por precios más razonables que los de las vecinas Austria o Suiza. El pico más alto es el de Grauspitz, con 2.599 metros de altitud ofrece unas impresionantes vistas.
El país está compuesto por pequeñas poblaciones alineadas a lo largo de una carretera que cruza el territorio, siendo Vaduz -con 5000 habitantes- la mayor ciudad y capital de Liechtenstein. El transporte entre las distintas ciudades resulta sencillo mediante autobuses y taxis, si bien es especialmente fácil y seguro hacer autostop. Ofreciendo esta última opción la posibilidad de ser invitado al hogar de alguna familia liechtensteiniana.
Con 90 kilómetros de carril bici, Liechtenstein ha de ser tenido en cuenta como un destino interesante para los amantes de la bicicleta. No habrá escusas para dejar de pedalear.
Entre los atractivos turísticos del país se puede destacar el castillo de Vaduz, casa de la familia real, que contempla desde la cima de una colina la ciudad de Vaduz. El castillo e iglesia de Balzers es otro de los lugares que merece la pena visitar de este país alpino.
Si habéis llegado a este país con ganas de salir de fiesta, más os vale cambiar de ruta. Los bares son bastante tranquilos y los precios desorbitados; la juventud suele dirigirse a Suiza en busca de ambiente, pero personalmente desestimaría esa opción por el elevado presupuesto necesario.
Fotografías | Picture4u