Los profesionales de la información – profesores y periodistas - han perdido su función en los tiempos de Internet
El secreto de las fuentes ha mutilado su función en las sociedades interconectadas por los capilares del instante. La noticia ha perdido su valor ante las réplicas de millones de copias indexadas en las jaulas de Brin. Los barrotes de google, los muros de Zuckerberg y, los carácteres de Dorsey; han desencantado el misticismo que se hallaba en las figuras de la tabla. Los profesionales de la información – profesores y periodistas – han perdido su razón en los tiempos de Internet. Ante esta tesitura, el filósofo del ayer, navega a contracorriente hacia puertos imaginarios, situados en las nieblas de su mente.
Al autor de la ceguera no le faltó visión cuando – en sus diálogos con Sampedro – afirmó que: el caos informativo sería el principal problema de las interacciones futuras. En días como hoy. Las redes sociales se han convertido en un mosaico de millones de muros de cristal manchados con el vaho agonizante del aliento vertical. Es precisamente, esta repetición aburrida de noticias colgadas en los perfiles del amigo, el factor que envenena las vocales de la creatividad. Gracias a las redes - decía el anónimo en sus discursos virtuales – podemos aportar nuestro talento; más allá del espacio que nos detiene. El esfuerzo del creativo por responder distinto a las preguntas de los otros, es la herramienta necesaria para aflorar carisma a las sociedades racionales. Si no lo hacemos, tendremos que contar a nuestros nietos las anécdotas históricas de facebook.
Las tardes de Inclán en los taburetes del Café servían al autor de la columna, para entender la lógica que se escondía detrás de un sistema interconectado por los intrusimos del poder. La culebra democrática – en palabras de Manolo, fumador de Ducados - es la caricatura que mejor define la desviación presente de las teorías ilustradas. La prostitución del poder ha destruido los muros que separan los cetros de las sotanas y, el dinero de las balanzas. Hoy, aquella misma tertulia de los Recoletos de Madrid, se repite con fuerza en los foros agridulces de las TIC. Ojalá volvamos algún día a manchar nuestras falanges con las tintas que desprendían aquellos lienzos de Gijón.
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