Liga BBVA | Mallorca 1 - Real Madrid 4

Publicado el 07 mayo 2010 por Madridista

Un hombre al comando

 

Cristiano se empeñó en ganar y el Madrid ganó. Marcó tres goles y cambió el rumbo de un partido que empezó cuesta arriba. Higuaín hizo el cuarto.

Cristiano Ronaldo no estaba dispuesto a perder el partido de ayer. Simplemente, no entraba en sus planes. El partido que él había imaginado descartaba la posibilidad de un tropiezo y supongo que el gol del Mallorca no tuvo otro efecto que irritarle profundamente. No digo con esto que sus compañeros aceptaran el fracaso, pero sí entiendo que su relación con el destino es diferente, más humana. Cristiano, en cambio, tutea a estos dioses. Lo demuestra su capacidad para invertir el curso de los acontecimientos. Eso, precisamente, distingue a los futbolistas especiales de los buenos y de los mejores. Sólo unos pocos pueden doblar el timón de un partido a la deriva hasta hacerlo suyo, dominarlo por completo y conducirlo a buen puerto. Todo esto, y estoy resumiendo, consiguió Cristiano ayer.
A quienes le sigan criticando el carácter habrá que decirles que es su carácter lo que le permite hacer esto. Iré más allá: es fácil que su exhibición de anoche no fuera otra cosa que un ataque de orgullo, una reacción furiosa ante una amenaza colectiva que él sintió como un asunto personal. Pero poco importan sus motivos. El hecho es que el Real Madrid ganó en Mallorca y sigue optando al título gracias a Cristiano Ronaldo.
Pocos lo hubieran dicho a tenor del primer cuarto de hora. Antes de marcar en el minuto 15, el Mallorca ya acumulaba dos ocasiones y un gol anulado por fuera de juego. No fue casualidad que se adelantara en el marcador, por tanto, ni fue coincidencia el desconcierto defensivo del Real Madrid. Algo se ha desencajado en esa defensa que ha devuelto el primer plano a Casillas y sus paradas milagrosas.
Empató Cristiano, claro. Sergio Ramos le buscó con un pase tan lejano que parecía improbable. 
Así lo entendimos todos menos él, que esprintó en su busca, erguido el tronco y las piernas convertidas en hélices de avión, algo cómica la postura si aquel no fuera el cuerpo de Apolo. No diré que llegó con tiempo para saludar, pero le bastó para superar por alto a Aouate.
A partir de entonces, el Madrid se entregó a Cristiano como en el patio los niños se entregan al mejor futbolista de la clase, sin disimulo. Ante la duda, Cristiano. Y ante la certeza, también.
Su segundo gol repitió el primer movimiento: Sergio Ramos le buscó en largo y él controló con el pecho antes de marcar por bajo. El tanto volvía a prescindir de los mediocampistas y señalaba un solo colaborador necesario, Ramos, jugador más dotado de lo que muchos creen, centrocampista potencial, lo sigo pensando.

Goleada. En el tercero, Cristiano prescindió hasta del cómplice. En ese caso atacó a tres rivales que fueron cuatro contando al portero. Volvió a marcar, como si fuera fácil llegar al área con resuello y culminar después. Si no hizo más goles es porque Higuaín estaba obcecado en defender su prestigio y lo logró, por fin, al sumar el cuarto gol, magnífica vaselina.
Cuando Cristiano Ronaldo abandonó el campo, después de completar una actuación histórica, se mezclaron los pitos con los aplausos, ambos sinceros. La razón, ya se sabe, es su carácter. Pero será mejor no tocarlo.
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