No he tenido demasiada suerte en mi primera aproximación a la narrativa de la barcelonesa Mercedes Abad: sus Ligeros libertinajes sabáticos me han parecido bien titulados (sin duda son ligeros y más bien parecen una actividad sabática), pero quizá no tan bien redactados (es raro que no haya subrayado ningún primor literario en una obra presuntamente brillante, con lo que a mí me gusta aplaudir con los rotuladores).
Acudí a la obra porque me apetecía comprobar la calidad de un libro que fue galardonado con el VIII premio La Sonrisa Vertical (1986); y la experiencia no ha sido todo lo gratificante que yo esperaba: ni en el sentido estilístico ni en ningún otro. Es verdad que hay humor en la obra (hombres que se masturban con una tarta o que se dejan asfixiar por las nalgas de una mujer mastodóntica, mientras le practican sexo oral; mujeres que fallecen por el juego vaginal con un escorpión o una botella de champán; degustación de pinchos donde el palo es un falo; etc), y que algunas escenas resultan excitantes. Pero el resultado globales un volumen con demasiados altibajos, donde he perseguido sin éxito la localización de perlas literarias y que, al final, me ha dejado la sensación de haber perdido unas horas de lectura bastante tontas.
¿Probaré con otra obra de Abad? No lo descarto: lo que se escribe cuando se tienen veintipocos años no constituye siempre una muestra representativa del talento literario de una persona. Quizá busque una obra más madura. Ya veremos.