Después de releer la llamada Trilogía de Auschwitz (Si esto es un hombre, La tregua y Los hundidos y los salvados), me apeteció seguir con la relectura de Primo Levi (Turín, 1919 – 1987) y tomé de mis estanterías este libro de relatos, la primera vez que me acerqué a este libro debió de ser hace unos trece o catorce años. Me acordaba de algunos de sus cuentos más significativos y había olvidado otros por completo.
Lilít y otros relatos está dividido en tres partes. La primera se titula Pretérito perfecto y está formada por doce relatos. Todos ellos son testimoniales. Primo Levi vuelve en 1971 la mirada atrás para relatarnos nuevos detalles de su experiencia en Auschwitz; son cuentos breves, de anécdota esencial, prosa afilada y finales contundentes. Así, en el primero, titulado Capaneo, se relata el breve encuentro que Levi tiene durante una alarma aérea en un escondrijo el campo de concentración con Valerio, un preso italiano con escasos recursos para sobrevivir, y Rappoport, de origen polaco, pero que había estudiado la carrera de medicina en Posa, y tenía simpatía por lo italianos. Este se dice de Rappoport: “Vivía en el campo de concentración como un tigre en la jungla: abatiendo y despojando a los más débiles y evitando a los más fuertes, presto para corromper, robar, darse de puñetazos, salir de aprietos, mentir o camelar, según las circunstancias. Era, pues, un enemigo, pero ni vil ni desagradable.” (pág. 13). Rappoport era lo que Levi llama “el hombre del Lager”, aquel ser humano que ha conseguido olvidar las reglas de la civilización y se ha convertido en un luchador por la supervivencia. Rappoport dice: “Si estuviese libre, me gustaría escribir un libro exponiendo mi filosofía; pero, por ahora, no me queda más remedio que referirla a vosotros dos, pobres diablos. Si os sirve, buen provecho; si no, y si lográis escapar y yo no, lo que sería bastante raro, podréis difundirla por ahí, y tal vez le sea útil a más de uno.” (pág. 16) Como ya dije, cuando uno lee el testimonio de los supervivientes de Auschwitz, esa narración de circunstancias extremas que es mezcla de suerte, audacia e inteligencia que les llevó a sobrevivir y dar testimonio, uno tiene la impresión de encontrarse ante héroes clásicos. Y así, de nuevo, será el culto y no el bruto, el aparentemente débil y no el fuerte el que sobreviva para contarlo, y es en el último párrafo cuando un escalofrío recorre la espalda del lector: “Dos días después, el campo fue evacuado en las espantosas circunstancias que todos conocen. Me sobran razones para suponer que Rappoport no sobrevivió: por eso he creído un deber llevar a cabo, de la mejor manera, la tarea que me fue encomendada.” (pág. 18)
El cuento de Lilít es significativo: en él también se recuerda un momento de calma en el Lager. Llueve y se ha suspendido la tarea. Levi se refugia en un tubo con el Tischler, quien le relata una historia religiosa, entreverada de mito y leyenda; y el ateo Levi quiere recogerla aquí para que no desaparezcan los mitos populares de un pueblo: “Es una paradoja que el destino haya escogido a un epicúreo para repetir esta fábula pía e impía, entramada de poesía, de ignorancia, de agudeza temeraria y de esa tristeza incurable que crece sobre las ruinas de las civilizaciones perdidas.” (pág. 34)
El cuento El prestidigitador se adentra en la “zona gris” -esa espacio de claroscuros donde es difícil hacer distinciones demasiado precisas entre el bien y el mal- para retratar a un Kapo alemán, un preso común, que decide no denunciar a Levi al descubrirle escribiendo una carta, denuncia que le habría acarreado la muerte. El gitano nos habla de la relación de Levi con un gitano de origen español, que no sabía escribir, y que le pide que le escriba una carta para su novia, en un extraño día en el que los nazis les dicen que pueden escribir cartas, y los prisioneros sospechas que es sólo para mostrarlas ante organismos internacionales. Cartas que nunca llegarán a su destino.
Hay dos cuentos, los titulados La historia de Abrón y Cansado de ficciones que parecen cuentos escritos al más puro estilo de Jorge Luis Borges. En ellos se cumpliría el precepto de este último cuando apuntaba que un buen cuento debe ser como una novela resumida. De hecho, son cuentos que amalgaman el testimonio de sus protagonistas, dos judíos que huyen del nazismo, viajando por Europa, viviendo peripecias casi inverosímiles. Sobre todo el segundo (no sólo en el título) parece un claro homenaje a Borges, y no sé, tampoco, si el homenaje es de Levi o de la realidad, empeñada en imitar un cuento de Borges. En Cansado de ficciones además de narrarse el resumen de un testimonio y estar completado éste con una entrevista oral, se nos habla de un joven judío que consigue atravesar Europa disfrazado de chico de las juventudes hitlerianas, y llegar hasta Israel, donde el servicio secreto británico lo encarcelará por no creer su historia. Un juego de espejos, el cuento del traidor y del héroe en la realidad.
Quizás los dos cuentos que más me gustan de esta sección sean El regreso de Cesare y El regreso de Lorenzo. Los dos completan, de forma directa, información sobre algunos de los protagonistas de la Trilogía de Auschwitz. El primero entronca con La tregua, cuando los italianos ya están en el tren que les va a llevar a Italia y Cesare se cansa de esperar, deja el tren y se dirige a Bucarest porque se ha propuesto llegar a Italia en avión. Y esta es la historia de cómo lo consiguió, aunque eso sí: más tarde que los que se fueron en tren. Esta es una narración picaresca, que enlaza con el tono burlesco de La tregua. Lo contado en El regreso de Lorenzo, personaje de Si esto es un hombre, es más dramático y emotivo. Lorenzo era el trabajador libre que le conseguía comida a Primo Levi y a su amigo Alberto, y gracias al cual Levi pudo sobrevivir. Después del fin de la guerra, Primo Levi busca a Lorenzo y lo encuentra: es un hombre derrotado, prácticamente un mendigo que ha perdido la ilusión de vivir, alguien “que no era un superviviente, murió de la misma enfermedad de los supervivientes.” (pág. 93)
El cuento El rey de los judíos recrea una anécdota ya contada en Los hundidos y los salvados, y diría que incluso con las mismas palabras.
Los cuentos de esta primera parte me parecen soberbios. No sólo por su valor testimonial sino porque además están muy bien escritos, y son muy recomendables para alguien que haya leído la Trilogía de Auschwitz.
La segunda parte del libro se llama Futuro anterior y está formada por quince cuentos. Son narraciones de ficción y en la mayoría de los casos de corte fantástico. Destacaría un cuento como Los gladiadores, que podría estar encuadrado casi en la ciencia ficción, pues recrea un coliseo moderno en el que unos nuevos gladiadores pelean a muerte con conductores de coches. También me gusta el cuento histórico «Querida madre», sobre un soldado del Imperio Romano en Britania. Algunos son bastante imaginativos, como Disfilaxis, en el que los animales o las plantas se pueden mezclar genéticamente con los humanos. En otros los protagonistas son seres inventados como en Los constructores de puentes, o se da la palabra a animales, como las sanguijuelas, en Las hermanas del pantano. A veces los protagonistas son más mundanos, como un conductor de autobús, obsesionado con el funcionamiento de su cuerpo, de Autocontrol. Algún cuento -como el primero, Una estrella tranquila- es demasiado abstracto, y me parece un cuento sencillamente aburrido.
Yo ya lo sabía (esta es una relectura), pero no deja de ser llamativo que el autor testimonial que es Primo Levi, alguien capaz de haber escrito algunos de los libros más esenciales del siglo XX, con reflexiones sobre los seres humanos tan agudas, baje tanto de nivel al adentrarse en la ficción. No es que los cuentos de esta segunda parte sean horribles, pero son cuentos carentes de un gran brillo literario. Parecen escritos por una persona diferente a los cuentos de prosa afilada y de verbo esencial de la primera parte. Escritos a dos niveles diferentes. Al final de Si esto es un hombre, el propio Levi afirma que si no llega a ser por la experiencia de Auschwitz no hubiera sido un escritor.
La tercera parte se titula Presente de indicativo y está formada por nueve cuentos, algunos de ellos más largos que los de la segunda parte. Este tercer bloque me ha gustado más que el anterior. Las historias son realistas y más centradas en una época actual y un entorno más reconocible. Me ha gustado El valle de Guerrino, sobre un pintor de murales en exteriores, que parece la evocación de una persona real. Están bien La joven del libro y Huéspedes, que tienen que ver con acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial. Y sobre todo me han gustado dos cuentos en los que el narrador parece volver a ser el propio Primo Levi, que son Descodificación, sobre un chico que hace en un pueblo pintadas nazis, y Fin de semana, que habla con mucha ironía sobre las leyes raciales italianas contra los judíos.
Como ya he apuntado, los cuentos de la primera parte son estupendos y muy recomendables para las personas que hayan leído la Trilogía de Auschwitz, y los demás son algo bastante diferente a lo que uno se espera del escritor memorialístico y testimonial que es Primo Levi. Con algunos cuentos buenos en la segunda y tercera parte el nivel es bastante inferior al resto, y aún así no deja de ser interesante saber qué escribe un escritor de un tipo muy concreto de escritores cuando hace algo tan diferente a lo que esperamos de él.