En esta época de vacaciones en la que he podido pasar más tiempo con mi niño y he podido dejar de lado tantas obligaciones, he descubierto que puedo mantener con él una conversación. Evidentemente, no una conversación como con un niño de mayor edad, ya que tiene sólo dos años de edad, pero sí intercambiar varias frases en torno a temas sobre los que gira su mundo. Puedo preguntarle sobre cosas que ocurren en los libros que le leo o sobre juguetes, por ejemplo. Como veo que ya va razonando ciertas cosas y entiende lo que está bien y lo que está mal (esa mirada desafiante mientras hace algo que acabo de prohibirle le delata), va llegando el momento de imponerle algunos límites.
¿Qué límites vas a imponerle a un niño de dos años recién cumplidos?
Los límites van acorde a la edad que vaya teniendo el niño, por lo que, que me haga caso, ya puede convertirse en un logro. El niño no es malo (los niños no son malos, no suelen tener maldad ni picardía, o eso creo yo), sino que es travieso y desobediente. Tal vez, esto venga dado por ser un tanto permisivos con él, pues es el primer niño y no le faltan mimos.
Lo que pasa últimamente es que, cuando no le conviene algo, ya está montado el berrinche. El niño ya es más independiente y quiere hacer lo que le plazca, aunque hay situaciones en las que suele conformarse. Por esto mismo, como aún son los primeros berrinches, no queremos alargarlo para que no se convierta en costumbre.
¿Qué tipos de límites impondrás entonces?
Si quiere comer galletas, habrá unas veces en las que pueda y otras en las que no. Si tiene que dejar de jugar porque ya es la hora de comer o porque hay que darle el baño, tendrá que hacerlo sin berrinches. Te cito estos ejemplos para que entiendas cuáles serían algunos límites. Ante esta decisión nuestra, hay que ser firmes. Si somos nosotros mismos los que dudamos en caso de la negativa del niño, no estaremos haciendo otra cosa que empeorar la situación. De igual forma, si la madre o el padre ordena una acción y el otro progenitor hace lo contrario, estaremos perdiendo autoridad. Debemos ir todos a una.
¿Cuál será la forma de imponer estos límites?
Lo primero, no usar tantas negaciones. No hagas esto, no toques aquello… son frases no demasiado adecuadas para explicarle a un niño. En cambio, puedes hablarle de forma positiva y calmada. Se atrapan más moscas con miel, me dijeron a mí una vez, y la verdad es que sí, es mejor ser bien hablados.
Lo malo de lo anterior, es que habrá niños que cesen lo que están haciendo tras la primera advertencia, pero en el caso del polluelo, esto no ocurre. Hasta que no nos ve enfadados de verdad, no para. Todo ello con su posterior llanto por habernos enfadado y que de esta forma pueda salirse con la suya… En este caso, habrá que repetir lo que no debe hacer hasta que se entere. Él lo entiende perfectamente, pero es testarudo como nadie. No cedas en este momento o estarás perdiendo la batalla.
Para que entienda bien las órdenes, cuanto más concisas, mejor. No le metas muchas indicaciones porque entonces sí se pierde sobre lo que estás diciéndole y te cambia el tema de conversación de forma tajante. Lo mismo te pregunta por algún juguete que te dice que lo acompañes a la cocina.
Ante todo esto, ya estarás perdiendo los nervios y el niño haciendo lo que le viene en gana, como me pasa a mí. Aguanto como puedo para hablarle de forma seria y serena, sin alzar la voz e imponiendo autoridad de la mejor forma posible.
¿Sabías que imponer límites a niños tan pequeños es beneficioso?
Y no sólo beneficioso. Además, es necesario si queremos que aprenda a ser obediente, respetuoso y responsable. Desde pequeño, comenzarán a entender que hay que seguir normas para vivir en sociedad, aprendiendo a diferenciar lo que es correcto y lo que no lo es. Podría decir que estás construyendo, de esta forma, la base para que se convierta en un adulto respetuoso y responsable.