El pasado mes de julio empecé haciéndole un buen repaso a los cajones de los muebles de la cocina y del salón en busca de objetos de esos que guardas por si acaso, reliquias inservibles casi siempre. Revisé a fondo la botica doméstica y me deshice de todos los medicamentos caducados. Después me metí con mis cremas, geles y afeites varios. Había algunos botes abiertos desde hace un par de años y como ahora los potingues también caducan me tocó decirles adiós. Todo esto lo hice con relativa rapidez y decisión.
Lo de la ropa y los zapatos me ha supuesto un mayor quebradero de cabeza. No sé muy bien cuando jubilar algunas prendas y a otras les guardo cierto cariño, aunque hace bastante tiempo que no me las ponga, por lo que resisten año tras año. En el caso de la ropa de mis niñas me resulta mucho más difícil decidirme. Pero hay vestidos, trajecitos y pares de zapatos -los de sus primeros pasos- que sobrevivirán a todas las limpiezas de armario estivales. Prendas de alto valor sentimental, que para mi no tienen precio ni fecha de caducidad.
Limpieza de armarios